¿EN
QUÉ CASOS PODRÍA JUSTIFICARSE EL EMPLEO
DE LA VIOLENCIA?
PRESUPUESTOS
TERMINOLÓGICOS
El
término Violencia no tiene una definición única y por tanto se hace necesario
precisar qué definición estamos empleando aquí.
Violencia
supone la trasgresión de unos límites, que en el caso de la violencia política
en la que nos vamos a centrar, se trata de unos límites legales establecidos
por el derecho.
La
relación entre Estado y violencia es estrecha. Son varios los autores que
definen el Estado como el organismo con dominio legítimo de la violencia
(Weber, Aranguren, Benjamin, Sorel). Sin duda, otro de los conceptos que se
encuentran imbricados con el de la violencia es el de justicia, pues este
parece ser el fin que con mayor frecuencia se aduce para justificar el recurso
a la violencia.
Me
baso en la tesis doctoral de Rosa María Suñé Domènech
para diferenciar entre dos tipos de violencia política[1]:
Violencia
insurgente:
propósito reactivo. Aspira a alterar radicalmente la ordenación vigente y a
fundar, instituir y legitimar un nuevo contenido para la justicia social. Pone
en entredicho lo universal del consenso en torno al orden establecido y de un
discurso del orden delineado para beneficio de una determinada distribución del
poder político y del potencial económico de una sociedad.
Cabe distinguir entre aquellas que aspiran a un cambio radical del
orden social y poder político (revolución) y aquellas que tienen como meta
final obtener objetivos sociales y políticos puntuales y limitados.
Violencia
vigilante:
propósito proactivo. Vela y defiende el sostenimiento de la legalidad vigente.
¿Cuándo
se justifica la violencia insurgente?
Siguiendo a la autora mencionada más arriba, la violencia
insurgente, cuando se articula con un ideal revolucionario y con una lucha
armada, justifica el empleo de la violencia como un levantamiento contra una violencia
sistémica y represiva con argumentos susceptibles de fundamento ético y
político. Si pretende ser legítima, la praxis revolucionaria acompañada de un
discurso revolucionario debe reconocer unos límites de actuación, que
reflexionen sobre la transgresión ética que representa el empleo de la
violencia y que no desfigure lo concreto del sufrimiento que siempre entraña la
violencia.
La violencia
insurgente está justificada cuando es la respuesta a otra violencia
(contra-violencia). El insurgente si quiere legitimar su posición (y
diferenciarse respecto de la fuerza del discurso violento del Estado) debe
cumplir unos requisitos: una voluntad de justificación pública y una razonada
explicación de por qué se considera una opción política y éticamente legítima.
Es imprescindible que demuestre que se
trata de un último recurso y que existe una reflexión consciente sobre la
propia responsabilidad respecto a la violencia.
Tanto la violencia insurgente como la vigilante tratan de
legitimarse a través de discursos. Hay que tener en cuenta a la hora de
analizar los discursos quién es el emisor, quiénes los receptores (a quiénes va
dirigido), el contexto en el que se inscribe en términos de distribución del
poder y los posibles falsos argumentos que se esgrimen.
ARTÍCULO
"Hasta en la destrucción hay un orden, hay límites" Dora
en Los Justos, de Albert Camus.
¿Qué
encanto alberga la violencia? La violencia se me antoja como el desbordamiento
de un río, como el estallido de un volcán, como el descorchar una botella, como
un derrame. Estoy presuponiendo la definición de violencia que se centra en el
orden que se ve roto, o en el límite que es transgredido. En esta dinámica con
connotaciones catastrofistas siempre hay alguna consecuencia que resulta en
herida para alguien, en dolor inevitable. Pero, ¿qué se esconde tras esta
imagen aparentemente negativa y evitable de la violencia cuando la aplicamos a
un caso muy concreto de violencia (pues esta noción puede definirse de modos
diversos y acepta una amplia variedad de adjetivos que la califican)? Me estoy
refiriendo a la violencia política. Me gustaría señalar dos supuestos que
habitualmente se dan por hecho desde distintas posiciones políticas, para lo
cual habrá que retirar sendos velos. Y en este ejercicio de desvelar lo oculto
(algo que para los griegos era idéntico a la verdad) haré uso del único resto
racional que deja tras de sí la violencia una vez su patentización real nos
pone ante los despojos de su irracional campo de batalla. Esa estrategia
empleada por los actores y gestores de la violencia con la que tratan de
justificar y legitimar su acción no es más ni menos que la producción y
pronunciación de discursos ante el público que va a sufrir los daños
colaterales, de modo que estas personas acepten y soporten la violencia como
algo natural o dado e incluso se sumen a las filas de los actores violentos.
La violencia
revolucionaria es como un grito de protesta que pretende tener efectividad
plena y transformar la sociedad en la que vive o cambiar el sistema político
que sufre por otro más justo. Su objetivo entonces es restituir un anterior
orden perdido o construir uno nuevo con el que hubiese más satisfacción. La
filosofía revolucionaria marxista, por ejemplo, proclama que una vez una clase
dominante se instaura en el poder acapara el sistema de valores y lo hace
siervo de su praxis. La ideología que le es más amable se convierte en la
aceptada e intocable y la única vía para
trastocar este orden es a través de la revolución violenta, cuyo objetivo es
conseguir un nuevo orden donde las clases dominantes sean otras, las que
estuvieron antes sometidas. La situación previa de opresión e iniquidad
generalizada parece ser el plato fuerte de su discurso legitimador (Revolución
Francesa, Revolución Rusa, Revolución Zapatista). Cabe entonces la pregunta de
si en la consecución de este objetivo es inevitable el uso de la violencia o si
caben otros medios.
La
violencia, en cambio, está también en el sistema instituido. Y su presencia me
resulta más ladina por lo invisible e intocable de su estampa. La ya clásica definición de Weber[2]
nos recuerda que todo estado precisa de la violencia para su mantenimiento y
reproducción. Una vez se forma el estado, todo su aparataje se pone al servicio
de sujetar a los ciudadanos, de convencerles de la necesidad de este y de que
acepten sus métodos de coacción, sean estos palmarios o no. Los cuerpos de
policía, los legisladores, los jueces, se basan en el derecho que ese estado
detenta. Parafraseando las palabras de Walter Benjamin[3],
el derecho primero funda el estado, al darle una base a su existencia y al
legitimarlo políticamente, e igualmente lo mantiene, ejerciendo el poder en
base a las leyes que de él se derivan. Por eso, cuando la violencia procede del
cuerpo de policía siguiendo medidas políticas, esta parece justificada y
legítima. Pero lo interesante aquí es la consideración del derecho en su primer
momento embrionario como violencia, evocando el registro histórico para dar
peso a este argumento: Revolución Espartana, Revolución Francesa, Cortes de
Cádiz, Revolución Rusa. Una vez el derecho funda el estado se olvida cual fue su origen, se olvida que fue
violento y que siéndolo se inviste con el poder de castigar a los que ejercen
la violencia fuera de los organismos legítimos para hacerlo. El castigo es
siempre violento, pero esa violencia aparece purificada, limpia, sin tacha:
“En
el comienzo, en la implantación de todo régimen, el poder es pura y simplemente
violencia. Pero el régimen, una vez establecido, se autolegitima. Con ello la
violencia desnuda, primaria, elemental deja de ejercerse.” Aranguren, 144[4]
Desde
esta perspectiva y siguiendo a Aranguren, la violencia aparece como algo
inevitable, sea para mantener el poder, sea para cambiarlo. Pero lo que aquí
nos ocupa es si además es justificable. Invito a fijarse en el hecho de que
tanto en un tipo como en otro de violencia, esta es apelada como un medio que
puede conducir a un objetivo final: mantener el orden o subvertirlo. La
violencia revolucionaria se ha amparado en el argumento que pone sobre la mesa
la justicia inherente al fin que desea conseguirse para así justificar los
medios violentos empleados para conseguirlo. Se deriva que el concepto de
justicia que manejan es deudor del iusnaturalismo, según el cual la justicia y
el derecho pueden no ser lo mismo, asumiendo además que en muchas ocasiones
están divorciados. Las normas del derecho que desembocan en leyes injustas
pueden y deben ser desobedecidas. La justicia de un sistema nuevo puede y debe
alcanzarse a través de la quiebra del derecho actual; por tanto el derecho no
siempre garantiza la justicia. La violencia estatal u oficial arranca de un
estado de cosas como las que acabamos de describir (el liberalismo político
surge de revoluciones liberales burguesas), pero andando el tiempo positiviza
el derecho que otrora se fundara por
medios violentos y lo convierte en las únicas reglas del juego. Toda violación
de las normas se considera violenta e ilegítima, confinando a los ciudadanos al
marco dibujado por el legalismo estatal y orillando a los márgenes todo intento
de cuestionarlo. Qué oportuna resulta aquí la cita de Bertolt Brecht: "Al
río que todo lo arranca lo llaman violento, pero nadie llama violento al lecho
que lo oprime".
Así
sucede que los discursos que emanan de la violencia revolucionaria insisten en
algún tipo de entidad no estatal que inspira su lucha: la igualdad entre los
hombres, la conciencia proletaria, la montaña y las fuerzas de la naturaleza,
el indigenismo. Son entidades nuevas o revitalizadas que tratan de rivalizar
con el poder del estado a la hora de fundar un derecho nuevo. Basta leer el
discurso de Emiliano Zapata justificando la lucha armada para entender a qué
nos estamos refiriendo. Pongo aquí un fragmento para ilustrar lo que quiero
decir: “La montaña nos
habló de tomar las armas para así tener voz. Nos habló de cubrirnos la cara para
así tener rostro. Nos habló de olvidar nuestro nombre para así ser nombrados.
Nos habló de guardar nuestro pasado para así tener mañana.” (Ejemplo 2)
Algo similar trataron de hacer en los años 60 los teóricos del terrorismo de ETA,
utilizando como arma persuasiva la brutal represión que sufría el grupo
(inicialmente con ambiciones meramente culturales y políticas) por parte del
régimen franquista. “La historia ha demostrado […] que todo proceso de lucha nacional en favor de la independencia de
un pueblo ha seguido siempre, y sin excepciones, la vía de la violencia y la
lucha armada”[5].
Pero con una importante diferencia económica. Si los movimientos de
liberación tercermundistas partían de bases sociales pobres o deprimidas, el
terrorismo vasco se fundaba fundamentalmente en la clase burguesa
industrializada y culta que había prosperado a lo largo del siglo XIX; y así
mismo lo vieron algunos de los detractores de la lucha armada como Txillardegi:
Nosotros éramos partidarios de una lucha mucho más política,
mucho menos militar, que la de los que finalmente vencieron en la V Asamblea
(diciembre de 1966,)... La guerrilla urbana, y la guerrilla general, son quizás
válidas como fuerza de apoyo, pero no como sistema de liberación de un país
industrializado como España. Es válida en Vietnam, pero no aquí.[6]
Mucho más falaz se vuelve este argumento si lo situamos en la España
democrática de las últimas décadas, donde además de falso se ha vuelto
perverso.
Los
discursos que proceden de las filas estatales, en cambio, hunden sus raíces en
el oficialismo de la salvaguarda del orden y seguridad ciudadanas, de los
cuales se consideran garantes y protectores. En este sentido se puede comparar
el discurso de George W. Bush ante la inminente invasión de Irak en 2003 y las
declaraciones del alcalde de Barcelona justificando la carga de los mossos
contra quienes secundaron la huelga general del pasado mes de marzo de este año
en la ciudad condal. Sugiero que se vaya a estos textos (ejemplos 1 y 5) para
leer de primera mano cómo se articularon estos discursos legitimadores de la
violencia y que el lector extraiga sus propias conclusiones. No en vano, se
apreciará que en ambos casos tratan los autores del discurso de presentar como
inevitable el recurso a la violencia para evitar males mayores al conjunto de
los ciudadanos, por los cuales parecen preocuparse; y presentan la carga
policial o el ataque aéreo como las únicas opciones posibles de solución ante
una supuesta amenaza o peligro que sólo ellos parecen sentir.
Mi
particular opinión está más cercana a las posturas de Hanna Arendt, articuladas
en la distinción no siempre reconocida entre el poder y la violencia. Define el
poder la filósofa como la capacidad de actuar de manera concertada por un grupo
de personas, mientras que la violencia está más próxima a la potencia y tiene
un carácter instrumental. La violencia es una herramienta, por tanto, que
permite aumentar la potencia natural para herir. El poder sí es necesario para
el gobierno de un estado y se pierde una vez el grupo de desmembra, pero para
su mantenimiento no es imprescindible el uso de la violencia, siendo esta un
medio sustituible por otros. Cierto es que se ha convertido en una herramienta
omnipresente, mas también ha habido casos en que un poder previo se ha
derrotado por medios no violentos. Pensemos por ejemplo en el movimiento por
los derechos civiles de los afroamericanos liderado por Martin Luther King o la
particular rebelión llevada a cabo por Gandhi. De hecho, parece que en la mente
de todos está la más que deseable meta de conseguir alguna vez que la
transformación de la sociedad se consiga por medios no violentos, hasta el
punto de llegar a ser teorizado como una utopía por Javier Muguerza[7].
Arendt nos advierte de la violencia como arma de doble filo; pues por una parte
parece un medio eficaz para obtener los fines que se pretenden, pero por otro,
una vez se ha desatado es imposible prever sus consecuencias: “El fin está en peligro de
verse superado por los medios que lo justifican y que son necesarios para
alcanzarlo. Y desde el momento que actuamos, nunca conocemos con certeza las
consecuencias finales de lo que estamos haciendo.” (Arendt, p.4)[8]. La violencia produce una especie de
embriaguez bajo cuyos efectos somos capaces de cometer atrocidades de las que
luego nos arrepentimos una vez se enfría la furia. ¿Es el discurso legitimador
una coartada intelectual para entregarse a dicha bacanal? No diría eso, pues
está claro que las luchas armadas premeditadas y organizadas que responden a
una voluntad de liberación y restitución de la justicia no deben infravalorarse
ni recibir el despectivo adjetivo de terroristas; pero también es cierto
que hay un peligro en emplear el
argumento de la justicia de los fines para legitimar los medios, sean los que
sean. Si los fines han de ser legítimos (como diría el iusnaturalismo), también
han de serlo los medios (como diría el positivismo), aunque en ningún caso
pondría unos al servicio de otros o viceversa, pues la justicia de los fines ha
de perseguirse siempre, pero nunca a través de medios inicuos, si no queremos
acabar en una flagrante incoherencia, en la que además resulten heridos
inocentes. Para mí vale la pena la lucidez y la integridad en una lucha que no
nos lleve a la atrocidad y más tarde al arrepentimiento, vale la pena la utopía de la no-violencia. La violencia no
es sólo el último recurso, una herramienta que debe evitarse, sino que estando
dispuestos a abandonarla aunque con ello perdamos eficacia ganamos en grandeza
moral; la grandeza moral que supone negarse a hacer daño a otro ser humano
aunque con ello alarguemos el nuestro. Parece que no hay más remedio que
escoger entre santidad y resolución,
mientras otros factores no vengan en nuestra ayuda. A veces las situaciones
históricas que nos son ajenas pueden influir en la victoria o el fracaso de
nuestra empresa (como que nuestro enemigo se vea debilitado o nuestra lucha
reforzada), pero en lo que a nosotros respecta no debemos olvidar que santidad
es a nuestro ser lo que resolución es a nuestro conseguir. ¿Qué prefieren
ustedes?
“La no-violencia es
un arma incomparable, que puede ayudar a todos.”
Gandhi
A
continuación expondremos algunos ejemplos de discursos que de una u otra forma
tratan de legitimar el uso de la violencia.
EJEMPLO
1
http://www.elmundo.es/especiales/2003/02/internacional/irak/discurso.html
Discurso del presidente de EEUU, George W. Bush, el
17 de marzo de 2003
Antes de
que pueda llegar el día del horror, antes de que sea demasiado tarde para
actuar, este peligro será eliminado. Estados Unidos de América tiene la
autoridad soberana de usar la fuerza parar proteger su propia seguridad
nacional. Ese deber me corresponde como comandante en jefe por el juramento
que he prestado, por el juramento que respetaré.
En el caso de Irak, el Consejo de Seguridad sí actuó a comienzos del decenio de 1990. De acuerdo con las resoluciones 678 y 687, ambas aún vigentes, Estados Unidos y nuestros aliados estamos autorizados parar utilizar la fuerza y despojar a Irak de armas de destrucción masiva».
El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas no ha estado a la altura de sus responsabilidades. Por eso es que nosotros estaremos a la altura de las nuestras.
[...]
Todas
las décadas de engaños y crueldades han llegado a su fin. Sadam Husein y
sus hijos deben abandonar Irak dentro de 48 horas. Su negativa a hacerlo tendrá
como resultado un conflicto militar que comenzará cuando nosotros lo decidamos.
Ese es el futuro que
hemos elegido. Las naciones libres tienen la misión de defender a nuestra gente
uniéndose contra los violentos
EJEMPLO
2
Guerrilleros
zapatistas del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (años 90)
"Nosotros somos el Ejército
Zapatista de Liberación Nacional. Durante 10 años estuvimos viviendo en estas
montañas, preparándonos para hacer una guerra. [...] Entonces nos fuimos a la
montaña para buscarnos bien y para ver si encontrábamos alivio para nuestro
dolor de ser piedras y plantas olvidadas. Aquí, en las montañas del sureste
mexicano, viven nuestros muertos. Muchas cosas saben nuestros muertos que viven
en las montañas. Nos habló su muerte y nosotros escuchamos. Cajitas que hablan
nos contaron otra historia que viene de ayer y apunta hacia el mañana. Nos
habló la montaña a nosotros, los macehualob, los que somos gente común y
ordinaria. Los que somos gente simple, así como nos dicen los poderosos. Todos los días y sus noches que arrastran
quiere el poderoso bailarnos el x-tol y repetir su brutal conquista. El
kaz-dzul, el hombre falso, gobierna nuestras tierras y tiene grandes máquinas
de guerra que, como el boob que es mitad puma y mitad caballo, reparten el
dolor y la muerte entre nosotros. El falso que es gobierno nos manda los
aluxob, los mentirosos que engañan y regalan olvido a nuestra gente. Por eso
nos hicimos soldados. Por eso seguimos siendo soldados. Porque no queremos más
muerte y engaño para los nuestros, porque no queremos el olvido. La montaña nos
habló de tomar las armas para así tener voz. Nos habló de cubrirnos la cara
para así tener rostro. Nos habló de olvidar nuestro nombre para así ser
nombrados. Nos habló de guardar nuestro pasado para así tener mañana. En la
montaña viven los muertos, nuestros muertos. Con ellos viven el Votán y el
Ik´al, la luz y la oscuridad, lo húmedo y lo seco, la tierra y el viento, la
lluvia y el fuego. La montaña es la casa del Halach uinic, el hombre verdadero,
el alto jefe. Ahí aprendimos y ahí recordamos que somos lo que somos, los
hombres y mujeres verdaderos. [...] Nacimos la guerra con el año blanco y
empezamos a andar este camino que nos llevó hasta su corazón de ustedes y hoy
los trajo a ustedes hasta el corazón nuestro. Esto somos nosotros. El Ejército
Zapatista de Liberación Nacional. La voz que se arma para hacerse oír. El
rostro que se esconde para mostrarse. El nombre que se calla para ser nombrado.
La roja estrella que llama al hombre y al mundo para que escuchen, para que
vean, para que nombren. El mañana que se cosecha en el ayer".
EJEMPLO 3
Krutwig, F. Vasconia:
estudio dialéctico de una nacionalidad. Buenos Aires, 1963.
“la historia ha demostrado (…) que todo
proceso de lucha nacional en favor de la independencia de
un pueblo ha seguido siempre, y sin excepciones, la vía de la violencia y la
lucha armada”
(Posturas
tercermundistas que consiguieron apoyo en las filas del movimiento de
liberación vasco)
Detractor
de esta vía Txillardegi:
“Nosotros éramos
partidarios de una lucha mucho más política, mucho menos militar, que la de los
que finalmente vencieron en la V Asamblea (diciembre de 1966,)... La guerrilla
urbana, y la guerrilla general, son quizás válidas como fuerza de apoyo, pero
no como sistema de liberación de un país industrializado como España. Es válida
en Vietnam, pero no aquí”
Víctor
Manuel Javato González. ETA. Origen e ideología. En Ab Initio, Núm. 3 (2011)
De esta forma, tras la
celebración de la segunda parte de esta V Asamblea, el grupo partidario de la
vía tercermundista se convierte en la heredera legítima de ETA. Se imponen,
así, definitivamente las posiciones nacionalistas sobre el universalismo
marxista. Sin embargo, se le da un amplio contenido social a ese nacionalismo,
rompiendo ya radicalmente con las posturas del nacionalismo vasco tradicional,
y acercándose a posiciones de los movimientos revolucionarios tercermundistas,
especialmente al maoísmo. Para Jáuregui[9], esta
decantación por la vía anticolonialista supone el fruto de una lógica evolución
ideológica como causa de:
“a) la existencia de un
precedente anticolonialista en el nacionalismo vasco, y más concretamente en el
nacionalismo radical, principal fuente ideológica de ETA; b) el hecho de que en
el momento del nacimiento de ETA, y salvo en el caso de Irlanda (fácilmente
encuadrable, asimismo, en el ámbito del nacionalismo tercermundista, en lo que
a sus métodos se refiere), no existe en Europa occidental un movimiento
nacionalista radical con la suficiente entidad como para aportar experiencias
de lucha de liberación nacional; c) el hecho de que, tanto el sentimiento
anticolonialista como el propio proceso de descolonización se hallan, en el
momento del nacimiento de ETA, en su fase más álgida; d) la aparente
coincidencia entre la idea de ETA (Euskadi, como país ocupado) con la realidad
ofrecida por el franquismo, que mantiene una política de opresión y ocupación
real y efectiva del País Vasco” 34.
Y supone, en definitiva, una aceptación y una
preeminencia total de la solución armada y de los principios estratégicos acción-represión-acción
frente a cualquier otro tipo de resistencia, animada y legitimada por la
brutal represión que el régimen franquista emprende.
EJEMPLO
4
Pancarta
en la manifestación contra los recortes del Gobierno del jueves 19 de julio de
2012
VIOLENCIA ES COBRAR 600
EUROS
EJEMPLO
5
http://www.publico.es/espana/429796/el-alcalde-de-barcelona-el-error-de-los-mossos-fue-tirar-para-atras
El alcalde
de Barcelona, Xavier Trias, cree que la actuación de los Mossos d' Esquadra durante la huelga general fue "comprensiva"
con los grupos violentos de Barcelona.
Siguiendo
esta línea, ha comentado que "los mossos estaban sometidos a una presión
tremenda" que les obligó a tomar estas medidas. Ha defendido la acción
de los antidisturbios diciendo que no se puede permitir "que se queme una
tienda", sobre todo si existe "el peligro de que se queme todo el
edificio", añade.
Trias ha
valorado la actuación de los Mossos d' Esquadra como algo positivo ya que cree
que "podría haber acabado en una gran catástrofe". Durante la
entrevista en Los Desayunos de TVE, el alcalde de Barcelona cree
que el error de los antidisturbios fue "tirar para atrás en lugar de
cargar" en varias ocasiones.
La capital
catalana vivió intensos episodios violentos en enfrentamientos entre los
mossos y los participantes de la huelga general durante el pasado 29 de marzo. Los agentes cargaron indiscriminadamente y 44
personas resultaron heridas.
En Barcelona
se vivió un movimiento constante de sus furgones y se lanzaron pelotas de goma contra los manifestantes, entre los que se encontraban personas de todas las
edades y familias, además de los alborotadores.
La jornada
de huelga acabó con 41 detenidos que fueron puestos en libertad poco a
poco, y hubo algunos casos que estuvieron en prisión durante varios días, tres
jóvenes continúan detenidos.
EJEMPLO
6
MAHATMA GANDHI
Discurso al Congreso Nacional Indio del 7 de agosto de
1942 (selección)
Hay
gente que tiene odio en sus corazones hacia los británicos. Yo he oído a gente decir que estaban
disgustados con ellos. La mente de la gente común no diferencia entre un
británico y la forma imperialista de su gobierno. Para ellos ambos son lo
mismo. Hay gente a la que no le importa la llegada de los japoneses. Para
ellos, quizá, significaría un cambio de amos.
Pero esta es una cosa peligrosa. Ustedes
deben removerla de sus mentes. Esta es una hora crucial. Si permanecemos
quietos y no jugamos nuestra parte, no estaremos en lo cierto.
Si son solamente Gran Bretaña y Estados
Unidos quienes luchan en esta guerra, y si nuestro papel es solamente dar ayuda
momentánea, sea que la demos voluntariamente o nos la tomen en contra de
nuestros deseos, no será una posición muy feliz. Pero podemos mostrar nuestra
firmeza y valor solamente cuando esta sea nuestra propia lucha. Entonces cada
niño será un valiente. Lograremos nuestra libertad luchando. No caerá del
cielo.
Yo sé muy bien que los británicos nos
tendrán que dar nuestra libertad cuando hayamos hecho suficientes sacrificios y
probado nuestra fuerza. Debemos remover el odio a los británicos de nuestros
corazones. Al menos, en mi corazón no hay tal odio. De hecho, yo soy ahora un
amigo más grande de los británicos de lo que lo fui nunca.
La razón para esto es que en este momento
ellos están en apuros. Mi amistad demanda que yo debo ponerlos al tanto de sus
equivocaciones. Como yo no estoy en la posición en que ellos se encuentran, yo
estoy en condiciones de señalarles sus equivocaciones.
Yo sé que ellos están al borde del abismo,
y que están casi por caer en él. Sin embargo, aún si ellos quieren cortarme las
manos, mi amistad demanda que yo debo tratar de empujarlos lejos de tal abismo.
Esta es mi pretensión, ante la cual mucha gente puede reír, pero no me importa,
yo digo que esta es la verdad.
En el momento en que estoy por lanzar la
mayor campaña de mi vida, no puede haber odio hacia los británicos en mi
corazón. El pensamiento que, porque ellos están en dificultades, yo debo darles
un empujón está totalmente ausente de mi mente. Nunca ha estado allí. Puede ser
que, en un momento de enojo, ellos puedan hacer cosas que puedan provocarlos.
Sin embargo, ustedes no deber recurrir a la violencia; eso pondría a la
no-violencia en la deshonra.
Cuando ocurren tales cosas, ustedes deben
asumir que no me encontrarán vivo, doquiera pueda estar. Su sangre estará sobre
vuestra cabeza. Si ustedes no entienden esto, será mejor si rechazan esta
resolución. Redundará en vuestro crédito.
¿Cómo puedo culparlos por las cosas que
ustedes no son capaces de comprender? Hay un principio en una lucha, que
ustedes deben adoptar. No creer nunca, como yo nunca he creído, que los
británicos van a caer. Yo no los considero como una nación de cobardes. Yo se
que antes de que ellos acepten la derrota cada alma en Gran Bretaña será
sacrificada.
Ellos pueden ser derrotados y pueden
dejarlos a ustedes como dejaron a los pueblos de Birmania, Malasia y otros
lugares, con la idea de recapturar cuando puedan el territorio perdido. Esa
puede se su estrategia militar. Pero suponiendo que nos dejen, ¿qué nos
ocurrirá? En tal caso Japón vendrá aquí.
La llegada de Japón implicará el fin de
China y quizá también de Rusia. En estas cuestiones, el Pandit Jawarharlal
Nehru es mi gurú. Yo no quiero ser el instrumento de la derrota de Rusia ni de China.
Si tal cosa ocurre me odiaré a mi mismo.
Ustedes saben que me gusta ir a gran
velocidad. Pero puede ser que yo no esté yendo tan rápidamente como ustedes
quisieran. Sardar Patel es relatado como habiendo dicho que la campaña debe
estar finalizada en una semana. Yo no quiero ser apresurado. Si finaliza en una
semana será un milagro, y si esto ocurre significará el ablandamiento del
corazón británico.
Puede ser que la sabiduría descienda sobre
los británicos y que ellos entiendan que es equivocado poner en prisión al
mismo pueblo que quiere luchar por ellos. Puede ser que sobrevenga un cambio en
la mente de Jinnah, también.
La no-violencia es un arma incomparable,
que puede ayudar a todos. Yo sé que no hemos hecho mucho por el camino de la
no-violencia y sin embargo, si tales cambios sobrevienen, asumiré que es el
resultado de nuestro trabajo durante los últimos veintidós años y que Dios nos
ha ayudado a alcanzarlo.
Cuando yo levanté el lema “Dejen India” el
pueblo de la India, que estaba entonces abatido, sintió que yo había puesto
ante él una cosa nueva. Si ustedes quieren la libertad verdadera, habrán de
unirse, y tal unión creará verdadera democracia –igual a la que no hace mucho
fue intentada o presenciada.
Yo tengo mucho leído acerca de la Revolución
Francesa. Mientras estuve en la cárcel leí el trabajo de Carlyle. Tengo una
gran admiración por el pueblo francés, y Jawarharlal me ha dicho todo sobre la
Revolución Rusa.
Pero yo sostengo a pesar que ellas eran
luchas por el pueblo no eran luchas por la verdadera democracia, que yo
visualizo. Mi democracia significa que cada uno es su propio amo. He leído
suficiente historia, y no he visto tal experimento a tan gran escala por el
establecimiento de la democracia mediante la no-violencia. Una vez que ustedes
entiendan estas cosas olvidarán las diferencias entre hindúes y musulmanes.
La resolución que es puesta ante ustedes
dice:
“No queremos permanecer como ranas en una
charca. Estamos alentando una federación mundial. Ésta solamente vendrá a
través de la no-violencia. El desarme es posible sólo si ustedes utilizan la
incomparable arma de la no-violencia.”
Hay gente que puede llamarme un
visionario, pero yo soy un verdadero bania y mi negocio es obtener swaraj.
Si ustedes no aceptan esta resolución no
estaré apenado. Por el contrario, danzaré con alegría, porque entonces ustedes
de relevarán de una tremenda responsabilidad, que ustedes están ahora poniendo
sobre mí.
Les pido que adopten la no-violencia como
una cuestión de estrategia. Conmigo es un credo, pero en tanto ustedes están
implicados les pido que la acepten como una estrategia. Como soldados
disciplinados ustedes deben aceptarla totalmente, y adherirse a ella cuando se
unan a la lucha.
La gente me pregunta hasta qué punto soy
el mismo hombre que era en 1920. La única diferencia es que soy
mucho más fuerte en ciertas cosas ahora
que en 1920.
New York Times, 8 de agosto de 1942
Traducción:
Luis César Bou
[1] Los
fundamentos éticos de la violencia revolucionaria. Una perspectiva sobre la
violencia. Tesis doctoral de Rosa María Suñé Domènech. Universitat Pompey Fabra
2009
[2]
"El Estado es una entidad
que detenta el monopolio del uso legítimo de la violencia y los medios de
coacción." Max Weber.
[3]
"Toda violencia es, como medio, poder que funda o conserva el
derecho" Walter Benjamin, Para una
crítica de la violencia. (1921). Ediciones aleph.com, 1999. P. 24.
[4] Jose Luis Aranguren, “Sobre la
evitabilidad o inevitabilidad de la violencia”, en El futuro de la Universidad y otras polémicas, 1973.
[6] Citado en Victor Manuel
Javato González, “Eta. Origen e ideología”, en Ab Initio, Núm. 3 (2011),
pp. 143-163, disponible en www.ab-initio.es.
[7] Javier Muguerza, “La no-violencia como
utopía” en Adolfo Sánchez Vázquez (Ed.) El
mundo de la violencia. Fondo de Cultura Económica, México D.F. 1998, pp
31-46.
[9] Se
refiere a la obra de Jaúregui, G. Ideología y estrategia política de E.T.A.
Análisis de su evolución entre 1959 y 1969. Ed. Siglo XXI. Madrid, 1981.