martes, 11 de diciembre de 2012

Fragmentos escogidos sobre el Amor

Como os dije, aquí está la selección de fragmentos sobre el Amor que me han parecido más sugerentes. Espero que os resulten jugosos y nos den ocasión para alimentar el debate. Sigo el guión de las preguntas que os lancé en la anterior entrada.


¿El Amor es ciego o es lúcido? ¿Qué relación guarda con la Belleza?


ROMEO. ¡Ay, que el amor, de vista vendada, haya de ver sin ojos los caminos para su voluntad! ¿Dónde almorzaremos? ¡Ay de mí! ¿Qué riña ha habido aquí? Pero no me lo digas, pues lo he oído todo. Aquí hay mucho que hacer con el odio, pero más con el amor. ¡Ah, entonces, oh amor pendenciero, oh odio amoroso, oh todo creado de la nada! ¡Oh pesada ligereza, oh seria vanidad! ¡Deforme caos de formas bien parecidas! ¡Pluma de plomo, humo claro, frío fuego, salud enferma! ¡Sueño desvelado, que no es lo que es! Este amor siento yo, que no siento amor en esto. ¿No te ríes?

BENEVOLIO. No, primo, más bien lloro.

ROMEO. ¿De qué, buen corazón?

BENEVOLIO. De la opresión de tu buen corazón.

ROMEO. Ah, tal es el abuso del amor. Mis dolores yacen pesadamente sobre mi pecho; tú lo harás rebosar apretándolo con más dolores tuyos. Ese amor que has mostrado añade más dolor a la demasía del mío. El amor es un humo que sale del vaho de los suspiros; al dispararse, un fuego que chispea en los ojos de los amantes: al ser sofocado, un mar nutrido por las lágrimas de los amantes; ¿qué más  es? Una locura muy sensata, una hiel que ahoga, una dulzura que conserva. Adiós, primo.

BENEVOLIO. ¡Espera! Te acompaño: me agravias, si me dejas así.

ROMEO. Bah, me he perdido a mí mismo, no estoy aquí; no es Romeo éste, sino algún otro.

William Shakespeare. Romeo y Julieta. 1597


Porque lo que llamamos ánimo, o simbólicamente “corazón humano”, no es un caos de ciegos estados sentimentales que se asocian y se disocian conforme a reglas causales cualesquiera con otros datos psíquicos. Es, por el contrario, el reverso articulado del cosmos de todos los posibles caracteres amables de las cosas – es por ello un microcosmos del mundo de los valores. “El corazón tiene sus razones”. El corazón posee algo estrictamente análogo a la lógica, en su propio dominio, que, sin embargo, no coincide con la lógica del entendimiento. Hay en él leyes inscritas (como ya nos enseñaba la doctrina del nomos agraphos de los antiguos) que responden al plan según el cual está edificado el mundo en tanto que mundo de valores. Amar y odiar ciega o evidentemente no significa cosa distinta del poder juzgar ciega o evidentemente.

Max Scheler. Ordo Amoris.

 

“El amor es ciego” también expresa la naturaleza subconsciente del amor. El amor es, ante todo, un impulso ancestral circunscrito a una parte muy pequeña del cerebro, pero enormemente complejo. Este instinto de fusión con otro organismo influye y se ve influido por el resto del sistema emocional, incluido el interés sexual.

Eduardo Punset. El viaje al amor. 2007



Pues esta es justamente la manera correcta de acercarse a las cosas del amor o de ser conducido por otro: empezando por las cosas bellas de aquí y sirviéndose de ellas como de peldaños  ir ascendiendo continuamente, en base a aquella belleza[i], de uno solo a dos y de dos a todos los cuerpos bellos y de los cuerpos bellos a las bellas normas de conducta, y de las normas de conducta a los bellos conocimientos, y partiendo de estos terminar en aquel conocimiento que es conocimiento no de otra cosa sino de aquella belleza absoluta, para que conozca al fin lo que es la belleza en sí. En este período de la vida, querido Sócrates – dijo la extranjera Mantinea – ,más que un ningún otro, le merece la pena al hombre vivir: cuando contempla la belleza en sí. Si alguna vez llegas a verla, te parecerá que no es comparable ni con el oro ni con los vestidos ni con los jóvenes y adolescentes bellos, ante cuya presencia hora te quedas extasiado y estás dispuesto, tanto tú como otros muchos, con tal de poder ver al amado y estar siempre con él, a no comer ni beber, si fuera posible, sino únicamente a contemplarlo y estar en su compañía. ¿Qué debemos imaginar, pues – dijo – ,  si le fuera posible a alguno ver la belleza en sí, pura, limpia, sin mezcla y no infectada de carnes humanas, ni de colores ni, en suma, de otras muchas fruslerías mortales, y pudiera contemplar la divina belleza en sí, específicamente única? ¿Acaso crees – dijo – que es vana la vida de un hombre que mira en esa dirección, que contempla esa belleza con lo que es necesario contemplarla y vive en su compañía? ¿O no crees – dijo – que sólo entonces, cuando vea la belleza con lo que es visible, le será posible engendrar, no ya imágenes de virtud, al no estar en contacto con una imagen, sino virtudes verdaderas, ya que está en contacto con la verdad? Y al que ha engendrado y criado una virtud verdadera, ¿no crees que le es posible hacerse amigo de los dioses y llegar a ser, si algún otro hombre puede serlo, inmortal también él?

Esto, Fedro, y demás amigos, dijo Diotima y yo quedé convencido; y convencido intento también persuadir a los demás de que  para adquirir esta posesión difícilmente podría uno tomar un colaborador de la naturaleza humana mejor que Eros. Precisamente, por eso, yo afirmo que todo hombre debe honrar a Eros, y no sólo yo mismo honro las cosas del amor y las practico sobremanera, sino que también las recomiendo a los demás y ahora y siempre elogio el poder y la valentía de Eros, , en la medida en que soy capaz. Considera, pues, Fedro, este discurso, si quieres, como un encomio dicho en honor de Eros, si prefieres, dale el nombre que te guste y como te guste.

Platón, Banquete. 212b-213b.


[1] La belleza en sí, independiente de los cuerpos bellos, de su nacimiento o muerte, aumento o disminución.



 

Amor es appetito di belleza. Lorenzo de Médicis.

 

Fue Platón quien conectó para siempre amor  belleza. Sólo que para él la belleza no significaba propiamente la perfección de un cuerpo, sino que era el nombre de toda perfección, la forma, por decirlo así, en que a los ojos griegos se presentaba todo lo valioso. Belleza era optimidad. Esta peculiaridad de vocabulario ha descarriado la meditación posterior sobre el erotismo.

Amar es algo más grave y significativo que entusiasmarse con las líneas de una cara y el color de una mejilla; es decidirse por un cierto tipo de humanidad que simbólicamente va anunciando en los detalles del rostro, de la voz y del gesto.

Amor es afán de engendrar en la belleza, engendrar, creación de futuro. Belleza, vida óptima. El amor implica una íntima adhesión a cierto tipo de vida humana que nos parece el mejor y que hallamos preformado, insinuado en otro ser.

Y eso parecerá abstracto, abstruso, distante de la realidad concreta, señora mía. Sin embargo, orientado por esa abstracción, acabo de descubrir en la mirada que usted ha dirigido a X lo que para usted es la vida. ¡Bebamos otro coktail!

José Ortega y Gasset. Estudios sobre el amor.

 

Y ¿qué es lo que amo cuando yo te amo? No belleza de cuerpo ni hermosura de tiempo, no blancura de luz, tan amable a estos ojos terrenos; no dulces melodías de toda clase de cantinelas, no fragancia de flores, de ungüentos y de aromas; no manás ni mieles, no miembros gratos a los amplexos de la carne: nada de esto amo cuando amo a mi Dios. Y, sin embargo, amo cierta luz, y cierta voz, y cierta fragancia, y cierto alimento, y cierto amplexo, cuando amo a mi Dios, luz, voz, fragancia, alimento y amplexo del hombre mío interior, donde resplandece a mi alma lo que no se consume comiendo, y se adhiere lo que la saciedad no separa. Esto es lo que amo cuando amo a mi Dios.

San Agustín. Confesiones (X, 6)
 

¿De dónde emana su poder? ¿Construye o destruye? ¿Con o sin límites?

 
 
DE COMO EL AMOR VISITO AL ARCIPRESTE Y DE LA PELEA QUE SOSTUVO CON EL


Os voy a contar una pelea que una noche me ocurrió,

mientras pensaba en mi suerte, furioso – y no por el vino –:

se me presentó un hombre alto, hermoso, mesurado; yo le pregunté quién era, dijo: “Amor, tu prójimo.”

Enojado como estaba empecé a injuriarlo,

le dije: “Si eres Amor, no puedes estar aquí:

eres mentiroso, falso en embaucar a muchos,

no puedes salvar ni a uno, pero puedes matar a cien mil;

con engaños, lisonjas y sutiles mentiras

emponzoñas las lenguas y envenenas tus flechas;

al que mejor te sirve, a éste hieres cuando tiras.

al que cae en tu desgracia lo separas de su amiga.

Traes enloquecidos a muchos con tu saber,

y les hacer perder el sueño, el comer y el beber,

haces que muchos hombres confíen tanto

en ti, que llegan a perder el cuerpo y el alma.

Ni tienes regla fija ni te portas con tiento,

a veces prendes con gran arrebato,

a veces poco a poco , con cien maestrías:

tú sabes que no miento en cuanto te digo;

cuando has aprisionado a los hombres, no haces por ellos nada,

les vas dando largas en una vida muy apenada,

haces que el que te cree padezca en tu mesnada,

y que por poco placer ande un largo viaje;

eres tan irritante que al que hieres de golpe

no lo sana medicamento, emplasto ni jarabe;

no sé de fuerte y recio que, si se topa contigo,

no lo venzas pronto, por mucho que se resista.

De cómo debilitas a las gentes y las perjudicas

muchos libros se han escrito, y de cómo las engañas

con tus muchos halagos y tus malas mañas;

siempre vences la fuerza; lo cuentan en anécdotas.”

Arcipreste de Hita. Libro de buen amor. Siglo XIV

 

Doble es la historia que voy a contarte. Pues una vez creció para ser uno,

de múltiple que era; otra, por el contrario, de uno que era, se disoció para ser múltiple.

Doble es el nacimiento de los seres mortales, doble su destrucción;

pues el primero lo genera y lo destruye la concurrencia de las cosas todas

y el otro, al disociarse éstas de nuevo, echa a volar, una vez criado.

Y estas transformaciones incesantes jamás llegan a su fin,

unas veces por Amistad[i] concurriendo en uno todos ellos [ii];

Otras, por el contrario, separados cada uno por un lado por la inquina del Odio.

De esta forma, en la medida en que lo uno está habituado a nacer de lo múltiple[iii]

y en la medida en que a su vez, al disociarse lo uno, lo múltiple resulta,

en ese sentido nacen y no es perdurable su existencia.

Mas en la medida en que estos cambios incesantes jamás llegan a su fin,

en ese sentido son por siempre inmutables en su ciclo.

Así que escuche mi relato, pues el aprendizaje acrecienta el entender.

Como ya dije antes, al declarar los lindes del relato,

doble es la historia que voy a contarte. Pues una vez creció para ser uno,

de múltiple que era; otra, por el contrario, de uno que era, se disoció para ser múltiple:

 fuego, agua, tierra y la enorme altura del aire

y, aparte de ellos, Odio pernicioso, por doquier igualado,

mas entre ellos la Amistad, igual en extensión y anchura que él. 

Empédocles (fragmentos). Siglo V a.C.



[i] Philia o amor
[ii] Los cuatro elementos
[iii]Está habituado porque el ciclo de la conversión de lo múltiple en uno y de lo uno en múltiple es eterno.
 
 
 
 
 
Al llegar a este punto le faltaron las energías a mi elevada fantasía; mas ya eran movidos mi deseo y mi voluntad, como rueda cuyas partes giran al unísono, por el amor que mueve el sol y las demás estrellas.
Dante. La divina comedia. Siglo XIV
 
 
La densidad demográfica, pues, también resulta un engaño. Entre las personas hay tanto vacío como en su interior, en donde la distancia entre un electrón y el núcleo de sus átomos es parecida, en términos proporcionales, a la que separa a la Tierra de la Luna. Fundamentalmente, sólo hay vacío. Y la especie sólo tiene un recurso en forma de emoción para salvarlo: el amor.
 
Sólo existe una emoción tan aleatoria como el mundo que nos rodea: tan imprevisible y azarosa como el nacimiento; tan cambiante como nuestra fisiología molecular; tan irreprimible como las fuerzas básicas de la naturaleza; tan emblemática del sentimiento de victoria como la música del aria de Puccini Nessun dorma; tan responsable de abismos sentimentales como el rostro de un hijo que descubre  el asesinato vil y gratuito de su madre. Una emoción desconcertante hecha a nuestra medida que tiene, además, el efecto insospechado de colmar con su aliento todo el inmenso vacío uniendo, como dos moléculas de agua al helare, a dos seres hasta entonces absolutamente solitarios. Los físicos lo llaman una transición de fase: una reordenación abrupta y espectacular de la materia. Para el común de los mortales es la emoción básica y universal del amor.
[…]
Si el amor es también el resultado de la eficacia con que tiende a funcionar la selección natural y la selección sexual, ¿por qué un instinto tan idóneo para garantizar la supervivencia constituye, al mismo tiempo, una fuente sin fin de problemas y sufrimiento? Si están claras las razones evolutivas del amor, ¿por qué su existencia, simultáneamente, complica tanto la vida de la gente?
Eduardo Punset. Viaje al amor. 2007
 
 
¿Son diferentes el Amor y la veleidad del  Deseo? ¿Es Amor a espiritualidad lo que Deseo a carnalidad?
 
 
 
 “Igual a los dioses se me aparece
ese hombre que, sentado
frente a ti, de cerca escucha
tu dulce voz
 
y tu risa adorable; ello me ha dado un vuelco
al corazón dentro del pecho;
pues apenas te miro, ya hablar
no me es posible,
 
sino que mi lengua se quiebra, un leve
fuego al punto me corre bajo la piel,
nada pueden ver mis ojos, me zumban
los oídos
 
me cubre el sudor, un temblor me posee
toda, me siento más pálida que la hierba
y a mí misma me parece que cerca estoy
de morir”
(Safo, Fr. 31 Voigt)
 

Desear algo es, en definitiva, tendencia a la posesión de ese algo; donde posesión significa, de una u otra manera, que el objeto entre en nuestra órbita y venga como a formar parte de nosotros. Por esta razón, el deseo muere automáticamente cuando se logra; fenece al satisfacerse. El amor, en cambio, es un eterno insatisfecho. El deseo tiene un carácter pasivo, y en rigor lo que deseo al desear es que el objeto venga a mí. Soy centro de gravitación, donde espero que las cosas vengan a caer. Viceversa: en el amor todo es actividad, según veremos. Y en lugar de consistir en que el objeto venga a mí, soy yo quien va al objeto y estoy en él. En el acto amoroso, la persona sale fuera de sí: es tal vez el máximo ensayo que la Naturaleza hace para que cada cual salga de sí mismo hacia otra cosa. No ella hacia mí, sino yo gravito hacia ella. (San Agustín: Amor meus, pondus meu;, illo feror, quocumque feror) 
José Ortega y Gasset. Estudios sobre el amor.
 

 
Sí está claro hoy que el impulso sexual no sólo no ha estado siempre vinculado al sistema reproductor, sino que estuvo precedido por otro más elemental, más universal, menos maleable y contemporizador. El sexo fue, en realidad, un subproducto del más primordial de todos ellos; me refiero al movimiento de los primeros organismos en aras de la irresistible fusión con otros de la misma condición.
El descubrimiento clave es la fusión, con o sin sexo. Es tentador sugerir que el impulso de la fusión se adorna, a partir de un momento dado, con el amor sexual en algunas especies y, mucho más tarde –desarrollada ya la capacidad de imaginar algunos mamíferos gracias al desarrollo de la parte más evolucionada de su cerebro –, con el amor espiritual. Tal es el planteamiento de la encíclica sobre el amor del Papa Benedicto XIII.
Es dudoso, pues, que la transposición del dualismo de antaño a la reflexión sobre el amor –amor sexual y amor espiritual – sea el camino más pródigo en resultados para acercarse a la realidad. Tal vez el método científico aplicado al análisis del amor conlleve partir del concepto básico y ancestral del impulso de fusión que lo define, ubicándolo –como ocurre con la gestión de otras emociones –en la actividad cerebral. Si el alma está en el cerebro, si la conciencia de uno mismo emana de este órgano, sería lógico pensar que también el amor, sexual o no, espiritual o sexual, romántico o apego afectivo, también se aloja allí.
Eduardo Punset. Viaje al amor.
 


VIVO SIN VIVIR EN MÍ


Vivo sin vivir en mí,
y tan alta vida espero,
que muero porque no muero.

Vivo ya fuera de mí,
después que muero de amor;
porque vivo en el Señor,
que me quiso para sí:
cuando el corazón le di
puso en él este letrero,
que muero porque no muero.

Esta divina prisión,
del amor en que yo vivo,
ha hecho a Dios mi cautivo,
y libre mi corazón;
y causa en mí tal pasión
ver a Dios mi prisionero,
que muero porque no muero.

¡Ay, qué larga es esta vida!
¡Qué duros estos destierros,
esta cárcel, estos hierros
en que el alma está metida!
Sólo esperar la salida
me causa dolor tan fiero,
que muero porque no muero.

¡Ay, qué vida tan amarga
do no se goza el Señor!
Porque si es dulce el amor,
no lo es la esperanza larga:
quíteme Dios esta carga,
más pesada que el acero,
que muero porque no muero.

Sólo con la confianza
vivo de que he de morir,
porque muriendo el vivir
me asegura mi esperanza;
muerte do el vivir se alcanza,
no te tardes, que te espero,
que muero porque no muero.

Mira que el amor es fuerte;
vida, no me seas molesta,
mira que sólo me resta,
para ganarte perderte.
Venga ya la dulce muerte,
el morir venga ligero
que muero porque no muero.

Aquella vida de arriba,
que es la vida verdadera,
hasta que esta vida muera,
no se goza estando viva:
muerte, no me seas esquiva;
viva muriendo primero,
que muero porque no muero.

Vida, ¿qué puedo yo darle
a mi Dios que vive en mí,
si no es el perderte a ti,
para merecer ganarle?
Quiero muriendo alcanzarle,
pues tanto a mi Amado quiero,
que muero porque no muero.
 
Santa Teresa de Jesús. Siglo XVI
 
 
 
¿Podemos distinguir entre el amor ligero o farsante del verdadero Amor?

 
 
Si a esta altura resumimos los atributos que del amor se nos han revelado, diremos que es un acto centrífugo del alma que va hacia el objeto en flujo constante y lo envuelve en cálida corroboración, uniéndonos a él y afirmando ejecutivamente a su ser.
José Ortega y Gasset. Estudios sobre el amor.

 
 
“En las minas de sal de Salzburgo echamos en las profundidades abandonadas una rama de árbol deshojada y dos o tres meses después la hallaremos recubierta de cristalizaciones brillantes. Las más pequeñas ramas, aquellas que no son más gruesas que las patas de un pájaro, estarán guarnecidas por una infinidad de diamantes deslumbradores y no podremos reconocer la rama primitiva.
Lo que yo llamo cristalización, es la operación de nuestro espíritu que encuentra en el objeto amado cada día nuevas perfecciones. (…) este fenómeno que yo llamo cristalización tiene su origen en la naturaleza, que nos ordena gozar y que nos envía sangre al cerebro para que los placeres aumenten con la perfección del objeto amado.”   
 
Sthendal. Del Amor. 1822.


 
 
Que el hombre ame una cosa, un valor, como el valor del conocimiento, que ame la naturaleza en esta o en la otra parte suya, que ame a un hombre como amigo, u otra cosa cualquiera: esto quiere decir siempre que sale de sí mismo, de su centro personal como unidad corpórea, y que coopera por medio de esta acción a afirmar, a impulsar, a bendecir esta tendencia hacia su peculiar perfección, que existe en los objetos que le rodean.
Por esto fue siempre el amor, para nosotros, el acto radical y primario por el cual un ente, sin dejar de ser tal ente limitado, se abandona a sí mismo para compartir y participar cono ens intentionale en otro ente, sin que por esto se conviertan ambos en partes reales de nada. Lo que llamamos conocer – esta relación ontológica –supone siempre este acto primario y radical: un abandonar su propio ser y sus estados, sus propios contenidos de conciencia, un trascenderlos para llegar, en lo posible, a un contacto vivido con el mundo. Y lo que llamamos “real” supone ante todo un acto de voluntad realizadora de algún sujeto, y a su vez este acto de voluntad supone un amor que le precede y le imprime dirección y contenido. Es, por tanto, siempre el amor lo que nos despierta para conocer y querer; más aún, es la madre del espíritu y de la razón misma. Pero este “uno” que participa en todo, sin cuyo querer nada de lo real puede serlo, y por medio del cual todas las cosas participan, en cierto modo, espiritualmente entre sí, y son solidarias las unas de las otras; este “uno” que las creó y hacia el cual van importadas dentro de los límites adecuados y asignados a cada una de ellas; este “uno”, por ser lo que todo lo ama, es también, por lo mismo, lo que lo conoce y quiere todo, Dios, el centro personal del mundo, en tanto que cosmos y en tanto que todo. Los fines e ideas esenciales de todas las cosas son ya amados y pensados por El desde toda eternidad.
Max Scheler. Ordo amoris.

 
¿Qué tiene de histórico o coyuntural? ¿Vivimos los tiempos de la ubicua y tiránica sensualidad del sentimiento amoroso?

 
El sentimiento amoroso tiene, como todo lo humano, su evolución y su historia, que se parecen sobremanera a la evolución y la historia de un arte. Se suceden en él los estilos. Cada época posee su estilo de amar. En rigor, cada generación modifica siempre, en uno u otro grado, el régimen erótico de la antecedente.
Esta inclinación a anteponer el cuerpo o el espíritu es uno de los síntomas más radicales que definen un tiempo histórico. Se comprende que la posibilidad de esta doble perspectiva rinda dos especies distintas de amor y nos sirva para su clasificación.
José Ortega y Gasset. Estudios sobre el amor.

 
¿Cómo es posible que en una sociedad hipersexualizada no esté más difundido el vagabundeo de los cuerpos? ¿Por qué la vida sexual de la mayoría sigue siendo poco desbocada? ¿Decadencia de la ideología de la liberación de los cuerpos? ¿Miedo al sida? Estas explicaciones tienen, sin duda, su parte de verdad. Por eso no son suficientes. En la base del fenómeno hay otros factores mucho más importantes. Entre ellos hay dos que creo que merecen destacarse. Se trata primero del peso del ideal relacional-afectivo y luego de la necesidad del reconocimiento subjetivo.
Durante mucho tiempo, las principales fuerzas que contenían las pulsiones sexuales han sido el código del honor y la moral religiosa. Esta época ha pasado. Lo que desempeña ese papel en el presente es un orden cultural que valora los lazos emocionales y sentimentales, el diálogo íntimo entre Yo y Tú, la proximidad comunicativa con el otro. La relativa tranquilidad de las costumbres sexuales hipermodernas no es un residuo de puritanismo: se nutre del ideal secular del sentimiento y la felicidad que se identifica con la “felicidad de dos”. En una sociedad que no deja de rendir culto al ideal amoroso y en la que la “vida de verdad” se asocia a lo que se gusta en pareja, la relación estable y exclusiva constituye todavía un objetivo ideal. Así, el premio reconocido al amor y al sentimiento, la búsqueda de una intimidad relacional, la necesidad de un sentido de intensidad en la vida y en la relación con el otro tienden, al margen de todo principio moral, a favorecer la relación estable y no la dispersión sexual ni la promiscuidad. Estructuralmente, los códigos del sentimiento y de la comunicación intimista contienen los movimientos centrífugos del deseo. Por un lado, el amor aparece como un ideal desestabilizador-intensificador del deseo; por el otro funciona como un agente autolimitador y regulador de las pulsiones. Auténtico “caos organizador”, el código amoroso excita y al mismo tiempo pone límites a los correteos de Eros.
La relación sentimental no se valora sólo porque se identifique con una vida llena de emociones y de sentido, sino también porque permite realizar una de las aspiraciones más profundas de las personas: ser reconocido como subjetividad incanjeable. No olvidemos que ser amado supone ser elegido, sobreestimado, preferido a todos los demás, con todas las satisfacciones íntimas que eso comporta. Felicidad de ser distinguido, deseado, adorado por uno mismo: si la experiencia amoroso propicia siempre una exaltación así es porque es inseparable de las seducciones del espejo narcisista, porque halaga al yo, que se siente valorado o está esperando ser valorado como sujeto único.
[…]
La civilización hedonista ha traído menos el culto a un erotismo extremo que una escalada de demandas de respeto, de reconocimiento de individualidad, de atención para uno.
[…]
Y tal vez no sea inútil recordar que la escisión de sexo y sentimiento era mucho mayor cuando las bellas retóricas románticas se compaginaban con la visita asidua a los burdeles. La inflación de las representaciones “objetivas” del sexo es abrumadora, pero es contemporánea  de una ola sin precedentes de psicologización de los comportamientos y los discursos. Son legión los artículos de prensa que analizan los elementos de la vida amorosa…
[…]
Pero aunque la idea de cultural antisentimental tropiece con los hechos, hay en marcha transformaciones de fondo que llevan la impronta de la sociedad de hiperconsumo. Cada vez son más los hombres y las mujeres que reconocen tener dificultades para amar de un modo prolongado y se muestran escépticos ante la posibilidad de amar a la misma persona “toda la vida”.
[…]
Consumismo sentimental que podrá ser cualquier cosa menos eufórica, dado que produce sensación de vacío, decepción, resentimiento, heridas íntimas. Luego si hay un consumo hedonista, también existe una dimensión sismográfica del hiperconsumo, dominada por la repetida alternancia de felicidad y tristeza, exaltación y abatimiento.
Gilles Lipovetsky. La felicidad paradójica. 2006
 
 
Si el amor es una capacidad del carácter maduro, productivo, de ello se sigue que la capacidad de amar de un individuo perteneciente a cualquier cultura dada depende de la influencia que esa cultura ejerce sobre el carácter de la persona media. Al hablar del amor en la cultura occidental contemporánea, entendemos preguntar si la estructura social de la civilización occidental y el espíritu que de ella resulta llevan al desarrollo del amor. Plantear tal interrogante es contestarlo negativamente. Ningún observador objetivo de nuestra vida occidental puede dudar de que el amor –fraterno, materno, erótico- es un fenómeno relativamente raro, y que en su lugar hay cierto número de formas de pseudoamor, que son, en realidad, otras tantas formas de desintegración del amor.
[…]
Así como el concepto freudiano del amor es una descripción de la experiencia del varón patriarcal en términos del capitalismo del siglo diecinueve, así la descripción de Sullivan se refiere a la experiencia de la personalidad enajenada mercantil del siglo veinte. Es la descripción  de un “egotismo á deux”, de dos personas que aman sus intereses comunes y se unen frente a un mundo hostil y enajenado. En realidad, su definición de la intimidad es en principio válida para el sentimiento de cualquier equipo cooperativo, en el que todos “adaptan su conducta a las necesidades manifiestas de la otra persona, en persecución de finalidades comunes” (es notable que Sullivan hable aquí de necesidades manifiestas, cuando lo menos que puede decirse del amor es que implica una reacción a las necesidades inexpresadas entre dos seres).
El amor como satisfacción sexual recíproca, y el amor como “trabajo en equipo” y como un refugio de la soledad, constituyen las dos formas “normales” de la desintegración del amor en la sociedad occidental contemporánea, de la patología del amor socialmente determinado. Hay muchas formas individualizadas de la patología del amor, que ocasionan sufrimientos conscientes y que tanto los psiquiatras como los legos consideran neuróticas.
[…]
El amor sólo es posible cuando dos personas se comunican entre sí desde el centro de sus existencias, por lo tanto, cuando cada una de ellas se experimenta a sí misma desde el centro de su existencia. Sólo en esa “experiencia central” está la realidad humana, sólo allí hay vida, sólo allí está la base del amor. Experimentado de esa forma, el amor es un desafío constante; no un lugar de reposo, sino un moverse, crecer, trabajar juntos; que haya armonía o conflicto, alegría o tristeza, es secundario respecto al hecho fundamental de que dos seres se experimentan desde la esencia de su existencia, de que son el uno con el otro al ser uno consigo mismo y no al huir de sí mismos. Sólo hay una prueba de la presencia de amor: la hondura de la relación y la vitalidad y la fuerza de cada una de las personas implicadas; es por tales frutos por los que se reconoce el amor.
Erich Fromm. El arte de amar.1956.

jueves, 6 de diciembre de 2012

Eros y psique, el Amor entre lo humano y lo divino




El domingo 16 de diciembre a las 17:30 quedaremos para hablar del Amor, tema que suscitó mucho interés y que fue votado en la última sesión. Nos acercaremos a este tema tan universal a través de ciertas preguntas. Os propongo que vayáis reflexionando sobre ellas para cuando nos encontremos.

¿El Amor es ciego o es lúcido? ¿Qué relación guarda con la Belleza?
¿De dónde emana su poder? ¿Construye o destruye? ¿Con o sin límites?
¿Son diferentes el Amor y la veleidad del Deseo? ¿Es Amor a espiritualidad lo que Deseo a carnalidad?
¿Podemos distinguir entre el amor ligero o farsante del verdadero Amor?
¿Qué tiene de histórico o coyuntural? ¿Vivimos los tiempos de la ubicua y tiránica sensualidad del sentimiento amoroso?

Estas y otras cuestiones podrán ser tratadas a través de una variedad de fragmentos literarios y filosóficos que os haré llegar a través  del blog en sólo unos días.
Amor est vitae essentia