martes, 19 de junio de 2012

LAS MANIFESTACIONES

Esta vez voy a ser muy breve y bastante poco académica. En el último café filosófico dinamizado por Óliver ya se hizo mención de importantes referentes teóricos como puedan ser Primo Levi, integrantes de la escuela de Frankfurt como Marcuse, Ortega y Gasset, etc.
Las conclusiones a las que llegamos me sirven aquí de pretexto para adentrarme un poco más en la significación simbólica de la manifestación y para atisbar ligeramente su devenir histórico y transformación a lo largo del tiempo. Advierto de que el rigor y referencias de autoridad no van a ser mi prioridad, sino la exposición de mis intuiciones, influenciadas por cosas escuchadas y leídas que otros dijeron, pero cuyos nombres sería aquí y ahora difícil enumerar.
Tras un interesantísimo excurso que llevó a Óliver a proponer un giro a partir de la pregunta que habíamos planteado inicialmente (¿para qué sirven?) y que puso el acento no tanto en la finalidad a conseguir sino en los motivos que animan a la acción, se llegó a las siguientes dos conclusiones:
1. Sí puede permitir la expresión libre de una protesta o reivindicación
2. No permite en cambio agrietar el poder establecido

Hubo una insistente matización en que esta es la situación aquí y ahora. Esto nos condujo hasta la situación actual de las democracias como contexto más amplio en el que las manifestaciones tiene lugar y se significan; y como añadido me planteó la cuestión de ¿cómo era antes?, y ¿por qué ahora es distinto?.
Estas preguntas que afectan al factor tiempo se nos vuelven históricas sin remedio. Y por ello me dije, "habrá que hacer historia de la manifestación". Pero esta tarea se me hace grande, así que pensé, vamos a hacer antropología de la manifestación, e igualmente me pareció ardua la tarea. Así pues, nada más que dejaré apuntadas dos sendas que nos permitan comprender un poco mejor las dos conclusiones a las que llegamos en el café anterior.

Empecemos por el principio, por la historia. ¿Desde cuándo se han producido manifestaciones? Desde luego en otro contexto totalmente diferente, ya Herodoto menciona una protesta popular en torno al año 1166 a.C. en el Egipto  del reinado del faraón Ramsés III. Al parecer los trabajadores que construían el sepulcro del soberano vieron mermada su ración diaria de víveres y, cuando la situación empeoró aún más, arrojaron sus herramientas y se declararon en huelga.  Los descontentos marcharon hacia el palacio real y pidieron que aumentaran sus raciones de comida. Finalmente, consiguieron que el faraón atendiese a sus reivindicaciones. Al parecer, la comunidad obrera de las tumbas reales desarrolló tres huelgas bajo el reinado de Ramsés III, siempre por los mismos motivos, retrasos o disminuciones en el sustento.
(Extraído del blog http://viajehistoria.blogspot.com.es/2007/07/la-primera-manifestacin-de-la-historia.html)
 Tantas paradas podrían hacerse en el discurrir de los siglos... Me llamó la atención una por lo cercana. Se trató de la rebelión del pan en Tierra de Campos en el siglo XIX. De nuevo, como en la del antiguo Egipto, lo que motivó a la gente a levantarse fue el hambre, la más pura necesidad. Como también ha sucedido otras veces, el poder vigente trató de ahogar la furia de los manifestantes por la fuerza, ajusticiando a los incendiarios con la muerte pública. Pero como suele suceder también en estos casos, el precio de la lucha pagado con la vida no suele quedar en el olvido.  Siempre hay algún tipo de consecuencia, alguna grieta, más profunda o más somera, en el muro aparentemente infranqueable del poder. En el caso de los motines del pan de los terracampinos, los 21 ejecutados y los 61 encarcelados sofocaron la rebelión, pero finalmente provocaron la defenestración del general Espartero durante el bienio progresista y aún trajeron varios quebraderos de cabeza a su sucesor O'Donnell.
http://www.elnortedecastilla.es/v/20100206/cultura/castilla-revoluciones-20100206.html 

Siempre trae consecuencias aún cuando no sean inmediatas, aún cuando sean a un coste demasiado alto. Seguramente un balance de esfuerzos y resultados haga pensar que NO ha servido para nada. El ángulo es diferente si nos preguntamos por qué se ha hecho y no para qué y animo al lector a que se mantenga en este enfoque, para no caer en el juego de los costos y beneficios que pudieran llevar al desánimo y la frustración, además de la manipulación.
Las manifestaciones sociales, tal y como hoy las conocemos, surgen en el ámbito de las democracias liberales y en el proceso de conquista de los derechos humanos.  En su comienzo no estaban permitidas. Se inscribían en el ámbito de la lucha obrera y de partidos. Tenían, por tanto, un cariz eminentemente político. No es desdeñable recordar que gracias a las manifestaciones sindicales el acto mismo de reunirse, asociarse y manifestarse se convirtieron derechos; y no sólo eso, el territorio conquistado se fue ampliando poco a poco (el ámbito de derechos ganados fue creciendo) hasta constituir un rasgo insobornable e incuestionable del estado de derecho. En perspectiva, la movilización y la lucha obrera de finales del XIX y principios del XX parecían eficazmente incardinadas con el cambio social. Si bien es cierto que no siempre se producían según una relación directa de causa y efecto, sí que podía defenderse su eficacia, incluso con casos como los de Clara Campoamor, en los que la consecución del logro definitivo de la lucha no se produjesen sino a título póstumo y tras una serie de transformaciones previas. Recordemos que Clara Campoamor defendió casi en solitario el sufragio femenino en España como un derecho inalienable de las mujeres consideradas como ciudadanos iguales. La izquierda la criticó y la derecha la apoyó, pero por motivos bien distintos a los de la diputada. Ambos creían que la mujer española de los primeros años 30 estaba poderosamente influida por la iglesia y su voto inclinaría los resultados hacia el lado conservador. En el fondo de este argumento está la no consideración de la mujer como un ciudadano con pleno de derecho y capacidad de decisión propia. Por eso digo que, aunque en 1931 Clara Campoamor consiguió apoyos suficientes para inclinar la balanza del Congreso a favor de su propuesta, no fue hasta la constitución de 1978 cuando las verdaderas razones que animaron su reivindicación fueron admitidas. Este es, además, un ejemplo de cómo intereses distintos a los que empujan a la lucha social pueden contribuir al logro de los objetivos de la misma. Muchos dirían que tal consecución final queda empañada por la concurrencia de actores que esperan sacar algún beneficio de orden distinto al que en su origen esperaban los promotores de la misma. Esto es algo tan frecuente en el juego de fuerzas que supone la lucha y el cambio social, en el que a menudo se encuentra infiltrada la lucha y el interés político y de partidos o grupos de interés, que más fuerza añade al cambio de perspectiva necesario que hemos defendido. Sólo si nos mantenemos fieles a nuestros principios conseguiremos la plena satisfacción de nuestras aspiraciones, sean cuales sean los logros finales que resulten de ellas.

¿Y qué sucede en la actualidad? Pues sucede que las manifestaciones se han convertido en parte del status quo. Se han convertido en un derecho ciudadano respetado y a cuyo ejercicio cotidiano estamos más que acostumbrados, vacunados. Quiero decir con esto que ya no nos produce ningún efecto ni sorpresa. Vemos habitualmente manifestaciones en los medios de comunicación; un grupo de personas reunidas, paradas en una plaza o caminando a paso quedo por algún itinerario urbano, cercadas por fuerzas del orden que velan porque todo se desarrolle con normalidad y, básicamente, el tráfico fluya a pesar de todo. Si antes eran obreros enardecidos por el pisoteo de sus derechos o integrantes de sindicatos o partidos, hoy podemos encontrar una amplísima gama de manifestantes, desde ruidosos hasta silenciosos, desde circunspectos hasta simpáticos. Y las reivindicaciones que abanderan son igualmente variadas: desocupados, afectados por los desahucios, amantes de la familia, de los animales, de la bici, padres que quieren la custodia de sus hijos, personas deseosas de independencia o del fin de la violencia contra inocentes, indignados contra los bancos, seguidores de Michael Jackson, y un largo etcétera. La ausencia de violencia hace del desarrollo de las manifestaciones algo cada vez más rutinario y, si se me permite, anodino. Esto lleva a algunas personas a decir que sólo si hay radicalidad y agresividad se consigue llamar la atención y que las voces de los manifestantes se desautomaticen y empiecen a significar algo más que un síntoma del buen funcionamiento del sistema. Habría que preguntarse si ese argumento no es más que una justificación para la violencia que bien merecería la pena cuestionar para pasar a  indagar antes otras posibilidades.

Sean antiguas o presentes, eficaces o ineficaces, ¿qué caracteriza a las manifestaciones en general?
Yo defendí en mi contribución al café filosófico anterior que lo que constituye la causa de su efecto es la ruptura del "status quo" del espacio urbano. Y paso a explicarme. Las calles están hechas para el paso fluido, no para que en ellas se detengan personas o circulen a poca velocidad produciendo taponamientos. Las grandes plazas y los altos y robustos edificios oficiales se construyeron para simbolizar la ostentación e inamovilidad del poder, induciendo en los viandantes un sentimiento de pequeñez, admiración y retraimiento;  no para que pequeños cuerpos de ciudadanos se adentren en su marmórea estructura, infiltrándose como seres de otro mundo. Fijémonos en algunas de las rupturas más emblemáticas del status quo urbano en nuestro pasado más reciente. Por ejemplo, las protagonizadas por las mujeres de la Plaza de Mayo o el espontáneo de Tian Nan Men. En ambos casos esas personas se inmiscuyeron en espacios urbanos pensados para otras funciones, rompiendo de la manera más sencilla e inofensiva en apariencia una representación teatral mastodóntica en la que las personas quedaban relegadas a un mero papel de espectador para pasar a ser agentes activos. Se posicionaron de pronto en los espacios en los que "no debían estar", vestidos como no debían vestir, haciendo lo que no debían hacer, pertrechados con lo que no debían ir pertrechados o sin los pertrechos necesarios para poder ser confundidos con el escenario. Y su repercusión fue inevitable. A partir de ese momento el espacio se transforma y se carga de una significación distinta, ya ligada a ese hecho provocador. Puede ocurrir que, dada la masiva afluencia de manifestantes en las calles que se van acumulando a lo largo del tiempo, en un mismo espacio se solapen espaciotemporalmente marcas de distinta procedencia, produciéndose lo  que Mirta Zaida Lobato ha dado muy acertadamente en comparar con un palimpsesto (http://www.revistaenie.clarin.com/ideas/historia/Buenos-Aires-manifestaciones-fiestas-rituales-Mirta-Lobato_0_570543147.html). El concepto de palimpsesto pone de relieve el solapamiento espacial de las marcas de los manifestantes producidas en distintos momentos históricos. Así puede suceder, por ejemplo, que un espacio como la Plaza de Colón, en Madrid, se haya convertido en lugar de encuentro para grupos tan dispares como sindicatos, víctimas del terrorismo, grupos de la derecha conservadora, además de simbolizar el poderío del Estado Español y de sus conquistas de ultramar en el pasado. 
Fijémonos también como una vez un acto simbólico como los mencionados comienza a ser parte del escenario deja automáticamente de tener efecto sobre la opinión pública y deja de tener efectividad para el cambio social. Eso es lo que ha sucedido con las manifestaciones de calle ortodoxas y sus tipos: movilizaciones, mítines, etc.   Distintos intérpretes rivalizan por dar el dato más exacto de afluentes, mientras la comparación de las cifras arroja una visión casi antagónica  entre unos y otros. Las manifestaciones corren el riesgo de no ser más que una cuña de escasos segundos destinada a llenar el tiempo de un informativo en el que no tendrán ninguna fuerza, o a no provocar más que un gesto de fastidio de un conductor forzado a aguantar la espera en lo que la calle permanece cortada. Pero aquellos que consideran tener algo que decir, conscientes de que las manifestaciones se han convertido en un globo desinflado, buscan nuevas estrategias para hacer oír su voz y hacerla resonar por entre las melodías discretas. Para ello intentan romper la coraza  impasible del ciudadano ya saturado, mediante la provocación, el escándalo, lo insólito de nuevas formas de acción que se escurran del corsé de lo normalizado y lo normativo y perpetúen la razón de ser de las manifestaciones, que recordemos era cuestionar el status quo. En esta estrategia hay una herramienta que resulta muy poderosa cuando de conseguir indiscreción se trata: el desnudo.  No creo que sea casualidad que en estos días de atención hacia las nuevas formas de manifestación me haya encontrado dos que hagan uso del cuerpo desnudo. Una es la fotografía de Guillaume Herbaut premiada en World Press Photo en la que podemos ver a Inna Shevchenko de 21 años, una de las líderes feministas de Ucrania, con el torso desnudo, en un descampado verde cuyo telón de fondo son un grupo de edificios de fea arquitectura soviética.
Igualmente tuvimos la ocasión de ver rodando por las calles de Valladolid un pequeño grupo de ciclistas nudistas reivindicando la vulnerabilidad de nuestro chasis cuando nos ponemos al lado de los automóviles en las carreteras de la ciudad.  ¿Qué tiene el desnudo que a pesar de su supuesta vulnerabilidad y fragilidad frente al paisaje de cemento y asfalto parece tener tanta fuerza? Los nudistas, no en vano, están permanentemente bajo sospecha de vandalismo y de alterar el orden público, porque muestran algo en el espacio público que siempre debería estar cubierto, o confunden el espacio público con el privado. Bien, pues la fuerza del desnudo se ha convertido recientemente en una herramienta de las nuevas estrategias de manifestantes en todo el mundo. ¿Qué otras estrategias podemos listar? Esta es mi sugerencia para el café filosófico del próximo domingo, y con la idea de conseguir más ejemplos que apoyen este argumento, os emplazo a todos los que queráis asistir al Penicilino a las 5 de la tarde el día 24 de junio.
Un cordial saludo. 

Lorena.

      


10 comentarios:

  1. Es muy interesante lo que dices y da pie y juego para iniciar un buen debate.
    Como herramientas o estrategias para los manifestantes podemos citar varias:

    Aunque la gran mayoria tienen un nexo en común, el individuo, y es que con tanta norma, y ley no somos libres de hacer nada, si acaso podemos hacer algo con nosotros mismos y ni aun asi ( eutanasia, aborto, etc )

    De tal modo que el individuo solo puede..
    Desnudarse, hacer huelga de hambre, pintarse la cara-manos, vestirse de cierta manera o con caretas de algun politico, cantar, gritar en voz alta ( y cuidado con lo que se dice y de quien... )de éste tipo son la gran mayoria de manifestaciones.. aunque muchas supervisadas por sindicatos los cuales tienen diversos tratos y "chanchullos varios"

    Luego estarian por ejemplo metodos de presión de las posesiones del individuo. por ejemplo:
    a)Apagones contra la subida de la luz..
    http://www.20minutos.tv/video/cqtuGR16-apagon-contra-la-subida-de-la-luz/0/
    b) 5 minutos sin utilizar el telefono movil.
    es decir influir en la venta de un producto o el gasto de una energia o negarse al empleo de algo...

    Bien es verdad que en muchos casos sin gente en la calle manifestandose no habria derechos...ni ciertos cambios, véase... movimiento por los derechos civiles en U.S.A, manifestaciones contra la guerra de Irak, o las protestas en Egipto en 2011.. aunque otras veces por mucha manifestacion y gente que halla, los mandatarios hacen lo que les place como George Bush hijo y Aznar, el cual nos represento y aún teniendo a media España con el NO A LA GUERRA, hizo lo que quiso, sin contar con la opinion mayoritaria en ese momento.

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  2. UNO
    Lorena, en el café acerca de 'las manifestaciones', se opinó, que no es llegar a conclusiones, respecto de dos posibles puntos de estudio. Decir que la manifestación sí permite la expresión libre de una protesta o reivindicación no me parece que se sujete a la realidad, pues partiendo de que es el poder quien protocoliza hasta en los más mínimos detalles todo lo referente a una manifestación, e incluso se arroga el poder de prohibirla, entonces la libertad de manifestarse queda condicionada a que nos abran esa puerta de lo prohibido, cuyas llaves las tiene el poder. Como ejemplo más o menos reciente, tenemos la prohibición de la manifestación atea, cuya negación linda con argumentaciones inefables, como si se tratase de aceptar su prohibición por un falaz bien común sin pesar en el por qué. Otra cosa, cada vez más cercana a un objeto de culto más que a una herramienta democrática, es la ley, que desgraciadamente es reinterpretada cada vez que al poder le conviene, tal y como es el derecho de huelga o manifestación.

    Por otra parte, coincido con el argumento de que no agrietan la esfera del poder imperante. En este punto, creo que el poder ha devaluado la eficacia de las manifestantes; ¿cómo? Pues lo que hoy se considera una frase desgastada, que no obsoleta, la llamada 'lucha de clases', instancia social cuya fuerza agrieta, pero que sin embargo el poder se encarga de obturar con un ingenioso sistema que con acuerdo a tus palabras, logra una suerte de digresión en el discurso de la lucha de clases disgregando las clases excluidas en una especie de sustancia líquida, de escasa resonancia por su envergadura, una suerte de divide y vencerás; Ya no somos una clase social sólida y clara de excluidos, somos los pobres, los parados, los trabajadores precarios, los trabajadores de economías sumergidas, los maestros, los jubilados y un interminable etc.

    En cuanto al énfasis con el que las opiniones precipitaron hacia un 'aquí y ahora' creo que tiene al menos una justificación sólida, pues los momentos de crisis actuales, nos desbordan y nos obligan a pensarlos sin más dilación en el tiempo. Además tiene una faceta, si se me permite, marcadamente psicológica, directamente relacionada con la inmediatez del goce, una adicción de mucha actualidad. Por descontado que las referencias históricas son necesarias, sin embargo en las dos preguntas que planteas y cito: […] ¿cómo era antes? Y ¿Por qué ahora es distintos? está contenida la premisa, discutible, de que efectivamente ahora es distinto sin especificar esa distinción a priori, dándola por hecho. Aún así, pregunto: ¿distinto respecto de qué?

    Por otra parte, el argumentar que a lo largo de la historia existen ejemplos por los que siempre hay consecuencias en el tiempo que en principio puedan inducir a pensar que una reivindicación, por costosa y dura que haya sido, haya resultado en algo provechoso, no lo comparto. Me recuerda a esos refranes que rezan... 'No hay mal que por bien no venga' (Resignación y sumisión del sujeto a las circunstancias...), o “No hay mal que 100 años dure”. [sigue...]

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    2. Con todo respeto, el café anterior es el anterior y el de éste domingo es otro, no hay que tomar como reglas de orden interno e inamovibles lo anterior pues la rigidez resta creatividad y nuevas ideas al debate y asi no seria más que repetir las mismas ideas mecánicamente.

      Dices y pones de ejemplo la manifestacion atea, ok, en la historia como ponia Lorena hay muchos, muchos ejemplos en los que gracias a las manifestaciones se han logrado grandes cambios, aún bajo las reglas del poder establecido.

      En el último parrafo repites la palabra "No" 4 veces, creo que tienes un tono y opinion claramente pesimista de este tema, dándole a éste comentario un matiz subjetivo y tal vez, con alguna posible experiencia personal que puede haber llevado a ello.

      Dices no compartir que a lo largo de la historia hubo revueltas y manifestaciones en pro de los derechos gracias a los cuales ahora el mundo es asi..??¿?¿???
      Supongo que sabrás que hasta hace muy poco la gente de raza negra, se sentaba en diferentes asientos en los autobuses, barcos, tenian distintos baños y etc etc etc. y eso cambio... y sabrás porque cambio supongo.
      Y que las mujeres eran tratadas como a objetos sexuales, sin voto, ni voz y muy poquitos derechos.

      y citas 2 refranes en tono jocoso-despectivo, pero no dices el "por que" no estas deacuerdo, puedes leer en wikipedia cualquier parte de la historia de los derechos humanos y las manifetaciones varias y verás que si valen de algo, que forman parte de la historia la cual está plagada de ellas.

      Aunque lo más fácil es quejarse y quedarse en casa viendo la tele o haciendo lo que sea y luego criticar todo y excusarse en que no vale para nada, y ésto lo digo con todo respeto, porque yo mismo lo hice asi, es la salida mas fácil.

      Crees que la historia miente?
      Crees que los pocos derechos que teniamos hasta hace poco nos cayeron del cielo o que en realidad, fue gente quejandose y metiendo cierta presión y haciendo pensar a otros en un "efecto domino".

      Ramses III hubiera aumentado su racion de comida a los trabajadores si estos no se hubiera rebelado? No lo creo, y es de cajón de madera de pino, ergo "las manifestaciones valen para algo, al menos hacen pensar a otros, y llaman la atención sobre el problema"

      Y ya que te gustan los refranes:
      "El que no llora, no mama"..........
      "El que no insiste, no obtiene"

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    3. Estimado, no niego y menos aún radicalmente que haya en la historia, manifestaciones que sirvieron para mucho. Sería estúpido por mi parte intentar argumentar eso. Opino y para ello me enmarco en el hoy más actual, que las manifestaciones contra lo que hoy nos oprime están controladas por muchos factores, casi ninguno a su vez controlado por el manifestante. Opino que si no se rompe 'la tolerancia por parte del poder, y eso significa cargar de cierta violencia a la manifestación, no cambiaremos más que el entorno geográfico puntual, y saldremos en algún telediario. Por violencia entiendo las esferas más depuradas y refinadas de la misma, a ser posible, sin porras claro está, pero creo necesario violentar al poder toda vez que éste simplemente nos tolere. Y repito lo que de voz dije en el café, a mi personalmente no me gusta que me toleren y considero que mi dignidad como sujeto, queda tocada. Otra cosa es y lo admito, es que después de una manifestación, el poder convoque a las partes y se establezca un diálogo que deconstruya lo que oprime, pero no creo que eso sea un tema de debate tan necesario. Respecto de las frases echas, admito no poca repulsión hacia ellas, tema por demás apasionante y que merece todo un debate. Y en cuanto a tu alusión acerca de si puedo haber tenido ciertas malas experiencias como ciudadano, pues si claro, y muy duras, desde haber vivido más de 20 años en dictadura militar, nacional católica y genocida hasta una huelga de hambre personal de más de 30 días, ambos escenarios fueron un fracaso colosal, para mi, pero que me enseñaron mucho. Y termino, voy a ponerme duro por esta vez y solo por esta vez, sin acritud alguna, que conste. Lo digo porque no acostumbro a responder comentarios, por buenos que sean, a 'avatares'. Mi nombre es Osvaldo, y así me conoce quien me conoce. Me encanta saber con quien hablo, conocerle, ponerle rostro, gestos, modales, humanizarlo en definitiva. No sé quien eres Robermulder, y me gustaría tener ese placer. Un abrazo.

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  3. DOS
    Nos animas a centrarnos en el ¿por qué se ha hecho? Y no en el ¿para qué? Bien, ¿acaso el por qué no sustenta a la 'causa' mientras que el para qué contiene la consecuencia? Resulta que un pequeño ejército de bravos y aguerridos soldados, perdía batalla tras batalla contra otro ejército, esta vez de holgazanes y cobardes. Los primeros tenían muy claro por qué luchaban y también para qué; procuraban evitar su extinción y así, perpetuar su descendencia; sin embargo poco a poco se extinguían al tiempo que empleaban todas sus energías en fortalecer las convicciones de su causa, como algo a priori suficiente. Sin embargo, el enemigo les despreciaba, ni siquiera les atacaban conocedores de su 'debilidad' y sólo legitimaban su fuerza en defenderse. Entonces alguien, se preguntó: ¿Por qué perdemos todas las batallas? Este tipo de por qué me interesa. Unos utilizaban piedras y los otros balas de plomo. Extrapolando: ¿Por qué tenemos esa sensación de fracaso? Si alguien no lo tiene claro, propongo la voz pasiva, es decir ¿hay alguien que perciba el éxito y por tanto la conquista de lo que se reclamó, en su más reciente manifestación?

    En los primeros, románticos y apasionantes días del movimiento 15M, incluso a lo largo de su corta historia, era notable y añadiría que obvio, los continentes humanos, de todo aquel contenido. En la Fuente Dorada, la masa humana, lucía todo su esplendor, jóvenes y no tan jóvenes, zapatos de charol o deportivos de marcas, y todo un derroche de exhibicionismo, puro y duro, operativamente útil sólo para advertir un 'Yo estuve allí'. No pretendo generalizar, en absoluto, pero no seamos ingenuos, el poder también observa y llega a sus concusiones. Pretendo evidenciar que el despectivo apelativo de 'perroflauta', se acuñó en ocasión posterior, cuando los que allí quedaron, fueron los más excluidos y como no, inofensivos integrantes del movimiento. Gentes nobles, desenfadadas, descalzos, de hechura tribual y siempre serviciales pero repito, inofensivos. Querían ser aceptados como uno más, y se la estaban jugando, sin embargo consiguieron dos cosas, ser llamados perroflautas, etiquetando a todo un movimiento de masas, etiqueta que personalmente no me ofende y ser otra vez, carne de orca, esos que sí se ponen en la trayectoria de porras y balas de goma. ¿Y el resto? ¿Cuántos de aquellos manifestantes de las primeras horas apoyaron abiertamente y sin caretas a estos últimos? ¿Dónde se meten cuando las pelotas de goma surcan el aire? Repito, no quiero generalizar, sino pensar en el por qué fracasamos.

    Escribes Lorena y cito: “Sólo si nos mantenemos fieles a nuestros principios conseguiremos la plena satisfacción de nuestras aspiraciones, sean cuales sean los logros finales que resulten de ellas”. Con todo mi respeto; ¿es que si somos fieles a nuestros principios conseguiremos la plena satisfacción de aquello que aspiramos, independientemente de que consigamos finalmente eso que aspiramos? ¿En qué quedamos? ¿Lo conseguimos o no lo conseguimos? Entre los Salesianos que me eduqué, me insistían con frases del estilo: ”Prefiero morir antes que perder la vida”. Es decir, prefiero la muerte física antes que la muerte espiritual... pero, no es que el alma no muere nunca. No lo entiendo, aunque si me empeño en una suerte de autoengaño, tal vez pueda creerme la belleza de esas palabras no exentas de musculatura musical y por bellas, darles crédito, y si muchos nos empeñamos inventaremos una gran ¿verdad? [Sigue...]

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    1. Lo peor es no ser fiel a tus principios, porque entonces estarás perdido y confundido. si así lo eres, probablemente nunca pierdas la dignidad. Toma en cuenta que lo digno puede ser calificado diferente para diferentes personas. Luego tu dignidad dependerá de lo congruente que seas con tus principios vitales, los que tú establezcas para tu vida, no lo que dicten los demás.

      Es un mundo materialista e hipócrita. Y cuando estamos desalentados por no poder seguir nuestros principios siempre sabemos que aun conservamos la dignidad, la dignidad es "la cualidad de ser digno, que se comporta con decoro y se hace respetar:"

      Creo que es lo que siempre conservamos, a veces por consuelo o mera resignación y a veces es nuestro medio para sacar fuerzas alentarnos a nosotros mismos.

      Locke demostró que no tenemos ideas innatas ni principios innatos; pero se vio obligado a demostrarlo detenidamente, porque entonces se creía en el mundo todo lo contrario. De esa afirmación se deduce evidentemente que necesitamos que entren en nuestro cerebro buenas ideas y excelentes principios, para que podamos usar bien la facultad que se llama entendimiento, y sin estos ingredientes no se puede aspirar a mucho, por tanto mantenerse fiel a nuestros principios no asegura al 100x100 conseguir obtener los logros de nuestras aspiraciones, pero ayuda muchisimo a ello, ya que los principios son el motor de la persona, y lo que le otorga su nobleza, personalidad,etc.

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  4. TRES
    Estoy de acuerdo cuando argumentas que las manifestaciones han llegado a ser parte de nosotros, del día a día. Andrés Villena , Licenciado en Economía y Comunicación Audiovisual, nos lo cuenta de forma clara en su artículo: “Protesten: Forma parte del guión”; http://blogs.publico.es/otrasmiradas/297/protesten-forma-parte-del-guion/
    Cuando te preguntas: “Sean antiguas o presentes, eficaces o ineficaces, ¿qué caracteriza a las manifestaciones en general? Argumentas la rotura del Status Quo, y hay verdad en ello, una verdad posiblemente mediática, siempre que el poder mediático más orgánico al poder así lo decide en reunión de accionistas. ¿El señor que se detiene delante de un tanque en la plaza de Tian Nan Men? Probablemente los vimos millones de seres humanos sin embargo miles de millones de chinos no se han enterado. ¿Las Madres de Plaza de Mayo? Si no hubiese sido por el poder del ex Presidente Néstor Kirchner, seguirían dando estériles vueltas a Plaza de Mayo, los desaparecidos seguirían sin ser reconocidos y las madres y abuelas desaparecerían en la finitud de sus vidas, igual que ocurre actualmente en nuestra España con los descendientes de quienes yacen en las cunetas del olvido. Muy poco práctico. Intento decir que si no eres capaz de enfrentarte al poder, desafiarlo en su terreno y doblegarlo, como mucho serás noticia de telediario; en tus propias palabras: “Las manifestaciones corren el riesgo de no ser más que una cuña de escasos segundos destinada a llenar el tiempo de un informativo en el que no tendrán ninguna fuerza...”

    Insisto, creo que es vital pensar el por qué fracasamos en nuestras reivindicaciones. Intentando aportar algo ajeno y creo que interesante, aportaré el neologismo creado por la psicoanalista francesa Colette Soler; (Los afectos lacanianos, de. Letra Viva, 2011), “Narcinismo”, fusión no del todo clara entre Narcisismo y Cinismo. Soler especula sobre el sujeto actual globalizado en un mundo capitalista, desde la perspectiva de un sujeto cuya actitud no crea lazos sociales, y la cito: “[...] estado de la sociedad en que a falta de grandes causas que trasciendan al individuo, a falta de solidaridad de clase, cada quien no tiene más causa posible que sí mismo. El capitalismo en tanto discurso loco, porque no genera lazo social, produce este tipo de subjetividad sumamente precaria en todos los sentidos posibles: en los vínculos de amor, en la familia, en el trabajo, en la amistad, dejando a los sujetos en la soledad y la angustia. Angustia que lleva nuevas etiquetas: ataque de pánico, estrés, depresión, crisis de ansiedad, para las que existe la medicación correspondiente y el DSM (manual de diagnóstico de trastornos mentales) que las tipifica. Sabemos que el discurso capitalista genera sujetos consumidores que sólo se enfrentan a los objetos que el “mercado” no deja de fabricar; los objetos que –utopía mercantilista– no sólo harán la vida más fácil sino que también son una promesa de felicidad. Y si la felicidad no se logra con este objeto es sólo porque nos equivocamos de marca, es cuestión de comprar otra”. [Sigue...]

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  5. CUATRO
    Asumiendo mis limitaciones, intentaré explicarlo. Partimos de un antes y un después, donde el después es ahora. Antes un sujeto valía socialmente en la medida de sus méritos, virtudes individuales con afectos colectivos, por ello era reconocido socialmente. Para que esa instancia subjetiva de cada sujeto fuera posible, la energía que se ponía en juego y que nutría su Narcisismo, era indispensable, repito, indispensable, un 'Otro', que hacía de espejo social en el que nos mirábamos para reconocernos en nuestros ideales personales. En el presente, el discurso capitalista, lejos de no crear vínculos sociales, los destroza. Hoy, lo que se valora socialmente es la capacidad de ser feliz de un individuo, directamente vinculada a una inagotable capacidad de consumo, pues eso contribuye a que la producción de bienes a consumir no se agote nunca (el crecimiento perpetuo de la economía capitalista). La consecuencia de ese nuevo ideal en el sujeto, ya no necesita del 'Otro', excepto como angustioso espejo en el que se refleja nuestra capacidad de auto proveernos felicidad. Así, la felicidad del 'Otro' nos crea una angustia y sentimiento de culpa, al no ser capaces de ser tan felices como ese 'Otro'.

    El vínculo social está roto, pues el sistema capitalista que a todos nos contiene, nos deja solos, no en una soledad cierta y humana sino gozando solos, nosotros mismos y nuestros objetos de goce. Así, lo colectivo, lo que trasciende al individuo, ha perdido peso humano y se ve aplastado por un goce desde el individualismo. ¿Por que estamos educados para sentir una respuesta ansiosa y a menudo desmesurada por tener el nuevo y más avanzado Smart Phone, cuando ni siquiera somos capaces de argumentar por qué creemos que lo necesitamos? Cuidado, no digo esto por quienes estén leyendo esto, lo digo por mera observación de mi entorno que también es el de todos. ¿Un niño de colegio necesita el último gadget de la tecnología? Pues no, sin embargo si es el único de su grupo social que no lo tiene, se siente excluido; aún así, preguntado acerca de por qué cree que lo necesita, dirá, porque mola mazo... eufemismo de no saber por qué lo quiero pero lo quiero igual. ¿Así se están formando los futuros ciudadanos? Dice una antigua frase de la que no recuerdo su origen: - “Fueron a por los negros pero yo era blanco y no iban contra mi, luego no me impliqué. Fueron luego a por los gitanos, pero tampoco era yo un gitano, luego a por los judíos, cristianos, pero yo era ateo... Un buen día vinieron a por mi y nunca supe el por qué, y no había nadie dispuesto a ayudarme”. [Sigue...]

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  6. ÚLTIMO
    En esa obra de arte del cine, “Vencedores o vencidos”, que relata parte de los juicios de Nüremberg, se condena a cadena perpetua al ministro de justicia alemán del régimen nazi. Éste, en una última entrevista personal con el juez americano que le condenó, le dice intentando redimirse de sus culpas: - […] aquella pobre gente, aquellos millones de personas (El Holocausto)... jamás supuse que se iba a llegar a eso, debe creerme … debe usted creerme … - A lo que el juez americano le responde: - Señor... se llegó a eso (El Holocausto) la primera vez que usted condeno a un hombre, sabiendo que era inocente.

    Si cuando un solo trabajador es despojado injustamente de su derecho al trabajo, si cuando sólo un enfermo fuese despojado de su derecho a una sanidad digna, si cuando un solo niño, joven o adulto fuese privado de su derecho a una educación de calidad, si cuando cualquiera de nosotros fuese privado de una justicia equitativa, una vivienda digna o el más simple de los derechos humanos, todos, ese resto formado por todos nosotros, no lo tolerase bajo ninguna pretexto, y esos derechos fuesen restituidos, otro mundo tendríamos. Estas son sólo palabras bonitas que la historia ya ha conjugado como tiempo perdido, que pertenece al terreno de lo imposible. De ahí, confieso mis más enérgico escepticismo hacia lo que concebimos como una alternativa real. Sin embargo, Lorena nos desafía a un debate de ideas que sean capaces de cambiarnos. Sugiero, la más enérgica y contundente de las intolerancias por nuestra parte hacia toda forma de impunidad, de injusticia y excesos de poder y privilegios, que atenten contra uno cualquiera de nosotros. En palabras del filósofo español Gustavo Bueno, éste argumenta que el poder simplemente nos tolera; y es eso lo que hay que romper. Siguiendo con su argumentación matemáticamente, y en base a aquella regla de las matemáticas que dice que + por + es +, - por – es +, + por – es – y finalmente – por + es - , deduce: Si la tolerancia es + y la intolerancia es -; resulta que cuando no toleremos (somos intolerantes) las injusticias a quienes nos toleran que protestemos, se cumplirá que: la intolerancia de la tolerancia es igual a la intolerancia de todo aquello que nos oprime injustamente. Un saludo.

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