¿El Amor es ciego o es lúcido? ¿Qué relación guarda con la
Belleza?
ROMEO. ¡Ay, que el amor, de vista vendada, haya de ver sin
ojos los caminos para su voluntad! ¿Dónde almorzaremos? ¡Ay de mí! ¿Qué riña ha
habido aquí? Pero no me lo digas, pues lo he oído todo. Aquí hay mucho que
hacer con el odio, pero más con el amor. ¡Ah, entonces, oh amor pendenciero, oh
odio amoroso, oh todo creado de la nada! ¡Oh pesada ligereza, oh seria vanidad!
¡Deforme caos de formas bien parecidas! ¡Pluma de plomo, humo claro, frío
fuego, salud enferma! ¡Sueño desvelado, que no es lo que es! Este amor siento
yo, que no siento amor en esto. ¿No te ríes?
BENEVOLIO. No, primo, más bien lloro.
ROMEO. ¿De qué, buen corazón?
BENEVOLIO. De la opresión de tu buen corazón.
ROMEO. Ah, tal es el abuso del amor. Mis dolores yacen
pesadamente sobre mi pecho; tú lo harás rebosar apretándolo con más dolores
tuyos. Ese amor que has mostrado añade más dolor a la demasía del mío. El amor
es un humo que sale del vaho de los suspiros; al dispararse, un fuego que
chispea en los ojos de los amantes: al ser sofocado, un mar nutrido por las
lágrimas de los amantes; ¿qué más es?
Una locura muy sensata, una hiel que ahoga, una dulzura que conserva. Adiós,
primo.
BENEVOLIO. ¡Espera! Te acompaño: me agravias, si me dejas
así.
ROMEO. Bah, me he perdido a mí mismo, no estoy aquí; no es
Romeo éste, sino algún otro.
William Shakespeare. Romeo y Julieta. 1597
Porque
lo que llamamos ánimo, o simbólicamente “corazón humano”, no es un caos de
ciegos estados sentimentales que se asocian y se disocian conforme a reglas
causales cualesquiera con otros datos psíquicos. Es, por el contrario, el
reverso articulado del cosmos de todos los posibles caracteres amables de las
cosas – es por ello un microcosmos del mundo de los valores. “El corazón tiene
sus razones”. El corazón posee algo estrictamente análogo a la lógica, en su
propio dominio, que, sin embargo, no coincide con la lógica del entendimiento.
Hay en él leyes inscritas (como ya nos enseñaba la doctrina del nomos agraphos de los antiguos) que
responden al plan según el cual está edificado el mundo en tanto que mundo de
valores. Amar y odiar ciega o evidentemente no significa cosa distinta del
poder juzgar ciega o evidentemente.
Max Scheler. Ordo Amoris.
“El amor es ciego” también expresa la
naturaleza subconsciente del amor. El amor es, ante todo, un impulso ancestral
circunscrito a una parte muy pequeña del cerebro, pero enormemente complejo.
Este instinto de fusión con otro organismo influye y se ve influido por el
resto del sistema emocional, incluido el interés sexual.
Eduardo Punset.
El viaje al amor. 2007
Pues esta es justamente
la manera correcta de acercarse a las cosas del amor o de ser conducido por
otro: empezando por las cosas bellas de aquí y sirviéndose de ellas como de
peldaños ir ascendiendo continuamente,
en base a aquella belleza[i],
de uno solo a dos y de dos a todos los cuerpos bellos y de los cuerpos bellos a
las bellas normas de conducta, y de las normas de conducta a los bellos conocimientos,
y partiendo de estos terminar en aquel conocimiento que es conocimiento no de
otra cosa sino de aquella belleza absoluta, para que conozca al fin lo que es
la belleza en sí. En este período de la vida, querido Sócrates – dijo la
extranjera Mantinea – ,más que un ningún otro, le merece la pena al hombre
vivir: cuando contempla la belleza en sí. Si alguna vez llegas a verla, te
parecerá que no es comparable ni con el oro ni con los vestidos ni con los
jóvenes y adolescentes bellos, ante cuya presencia hora te quedas extasiado y
estás dispuesto, tanto tú como otros muchos, con tal de poder ver al amado y
estar siempre con él, a no comer ni beber, si fuera posible, sino únicamente a
contemplarlo y estar en su compañía. ¿Qué debemos imaginar, pues – dijo –
, si le fuera posible a alguno ver la
belleza en sí, pura, limpia, sin mezcla y no infectada de carnes humanas, ni de
colores ni, en suma, de otras muchas fruslerías mortales, y pudiera contemplar
la divina belleza en sí, específicamente única? ¿Acaso crees – dijo – que es
vana la vida de un hombre que mira en esa dirección, que contempla esa belleza
con lo que es necesario contemplarla y vive en su compañía? ¿O no crees – dijo
– que sólo entonces, cuando vea la belleza con lo que es visible, le será posible
engendrar, no ya imágenes de virtud, al no estar en contacto con una imagen,
sino virtudes verdaderas, ya que está en contacto con la verdad? Y al que ha
engendrado y criado una virtud verdadera, ¿no crees que le es posible hacerse
amigo de los dioses y llegar a ser, si algún otro hombre puede serlo, inmortal
también él?
Esto, Fedro, y demás
amigos, dijo Diotima y yo quedé convencido; y convencido intento también
persuadir a los demás de que para
adquirir esta posesión difícilmente podría uno tomar un colaborador de la
naturaleza humana mejor que Eros. Precisamente, por eso, yo afirmo que todo
hombre debe honrar a Eros, y no sólo yo mismo honro las cosas del amor y las
practico sobremanera, sino que también las recomiendo a los demás y ahora y
siempre elogio el poder y la valentía de Eros, , en la medida en que soy capaz.
Considera, pues, Fedro, este discurso, si quieres, como un encomio dicho en
honor de Eros, si prefieres, dale el nombre que te guste y como te guste.
Platón, Banquete. 212b-213b.
[1] La belleza en sí, independiente de
los cuerpos bellos, de su nacimiento o muerte, aumento o disminución.
Amor es appetito di
belleza. Lorenzo de Médicis.
Fue
Platón quien conectó para siempre amor
belleza. Sólo que para él la belleza no significaba propiamente la
perfección de un cuerpo, sino que era el nombre de toda perfección, la forma,
por decirlo así, en que a los ojos griegos se presentaba todo lo valioso.
Belleza era optimidad. Esta peculiaridad de vocabulario ha descarriado la
meditación posterior sobre el erotismo.
Amar
es algo más grave y significativo que entusiasmarse con las líneas de una cara
y el color de una mejilla; es decidirse por un cierto tipo de humanidad que
simbólicamente va anunciando en los detalles del rostro, de la voz y del gesto.
Amor
es afán de engendrar en la belleza, engendrar, creación de futuro. Belleza,
vida óptima. El amor implica una íntima adhesión a cierto tipo de vida humana
que nos parece el mejor y que hallamos preformado, insinuado en otro ser.
Y
eso parecerá abstracto, abstruso, distante de la realidad concreta, señora mía.
Sin embargo, orientado por esa abstracción, acabo de descubrir en la mirada que
usted ha dirigido a X… lo que para usted es la vida. ¡Bebamos otro coktail!
José Ortega y Gasset. Estudios
sobre el amor.
Y ¿qué es lo que amo cuando yo
te amo? No belleza de cuerpo ni hermosura de tiempo, no blancura de luz, tan
amable a estos ojos terrenos; no dulces melodías de toda clase de cantinelas,
no fragancia de flores, de ungüentos y de aromas; no manás ni mieles, no
miembros gratos a los amplexos de la carne: nada de esto amo cuando amo a mi
Dios. Y, sin embargo, amo cierta luz, y cierta voz, y cierta fragancia, y
cierto alimento, y cierto amplexo, cuando amo a mi Dios, luz, voz, fragancia,
alimento y amplexo del hombre mío interior, donde resplandece a mi alma lo que
no se consume comiendo, y se adhiere lo que la saciedad no separa. Esto es lo
que amo cuando amo a mi Dios.
San Agustín. Confesiones (X,
6)
¿De dónde emana su poder? ¿Construye o destruye? ¿Con o sin
límites?
Os
voy a contar una pelea que una noche me ocurrió,
mientras
pensaba en mi suerte, furioso – y no por el vino –:
se
me presentó un hombre alto, hermoso, mesurado; yo le pregunté quién era, dijo:
“Amor, tu prójimo.”
Enojado
como estaba empecé a injuriarlo,
le
dije: “Si eres Amor, no puedes estar aquí:
eres
mentiroso, falso en embaucar a muchos,
no
puedes salvar ni a uno, pero puedes matar a cien mil;
con
engaños, lisonjas y sutiles mentiras
emponzoñas
las lenguas y envenenas tus flechas;
al
que mejor te sirve, a éste hieres cuando tiras.
al
que cae en tu desgracia lo separas de su amiga.
Traes
enloquecidos a muchos con tu saber,
y
les hacer perder el sueño, el comer y el beber,
haces
que muchos hombres confíen tanto
en
ti, que llegan a perder el cuerpo y el alma.
Ni
tienes regla fija ni te portas con tiento,
a
veces prendes con gran arrebato,
a
veces poco a poco , con cien maestrías:
tú
sabes que no miento en cuanto te digo;
cuando
has aprisionado a los hombres, no haces por ellos nada,
les
vas dando largas en una vida muy apenada,
haces
que el que te cree padezca en tu mesnada,
y
que por poco placer ande un largo viaje;
eres
tan irritante que al que hieres de golpe
no
lo sana medicamento, emplasto ni jarabe;
no
sé de fuerte y recio que, si se topa contigo,
no
lo venzas pronto, por mucho que se resista.
De
cómo debilitas a las gentes y las perjudicas
muchos
libros se han escrito, y de cómo las engañas
con
tus muchos halagos y tus malas mañas;
siempre
vences la fuerza; lo cuentan en anécdotas.”
Arcipreste de
Hita. Libro de buen amor. Siglo XIV
Doble es la
historia que voy a contarte. Pues una vez creció para ser uno,
de múltiple
que era; otra, por el contrario, de uno que era, se disoció para ser múltiple.
Doble es el
nacimiento de los seres mortales, doble su destrucción;
pues el primero
lo genera y lo destruye la concurrencia de las cosas todas
y el otro, al
disociarse éstas de nuevo, echa a volar, una vez criado.
Y estas
transformaciones incesantes jamás llegan a su fin,
Otras, por el
contrario, separados cada uno por un lado por la inquina del Odio.
De esta
forma, en la medida en que lo uno está habituado a nacer de lo múltiple[iii]
y en la
medida en que a su vez, al disociarse lo uno, lo múltiple resulta,
en ese
sentido nacen y no es perdurable su existencia.
Mas en la
medida en que estos cambios incesantes jamás llegan a su fin,
en ese
sentido son por siempre inmutables en su ciclo.
Así que
escuche mi relato, pues el aprendizaje acrecienta el entender.
Como ya dije
antes, al declarar los lindes del relato,
doble es la
historia que voy a contarte. Pues una vez creció para ser uno,
de múltiple
que era; otra, por el contrario, de uno que era, se disoció para ser múltiple:
fuego, agua, tierra y la enorme altura del
aire
y, aparte de
ellos, Odio pernicioso, por doquier igualado,
mas entre
ellos la Amistad, igual en extensión y anchura que él.
Empédocles
(fragmentos). Siglo V a.C.
[i] Philia o
amor
[ii] Los
cuatro elementos
[iii]Está
habituado porque el ciclo de la conversión de lo múltiple en uno y de lo uno en
múltiple es eterno.
Al
llegar a este punto le faltaron las energías a mi elevada fantasía; mas ya eran
movidos mi deseo y mi voluntad, como rueda cuyas partes giran al unísono, por
el amor que mueve el sol y las demás estrellas.
Dante. La divina comedia. Siglo XIV
La densidad demográfica, pues, también
resulta un engaño. Entre las personas hay tanto vacío como en su interior, en
donde la distancia entre un electrón y el núcleo de sus átomos es parecida, en
términos proporcionales, a la que separa a la Tierra de la Luna.
Fundamentalmente, sólo hay vacío. Y la especie sólo tiene un recurso en forma
de emoción para salvarlo: el amor.
Sólo existe una emoción tan aleatoria
como el mundo que nos rodea: tan imprevisible y azarosa como el nacimiento; tan
cambiante como nuestra fisiología molecular; tan irreprimible como las fuerzas
básicas de la naturaleza; tan emblemática del sentimiento de victoria como la
música del aria de Puccini Nessun dorma; tan responsable de abismos
sentimentales como el rostro de un hijo que descubre el asesinato vil y gratuito de su madre. Una
emoción desconcertante hecha a nuestra medida que tiene, además, el efecto
insospechado de colmar con su aliento todo el inmenso vacío uniendo, como dos
moléculas de agua al helare, a dos seres hasta entonces absolutamente
solitarios. Los físicos lo llaman una transición de fase: una reordenación
abrupta y espectacular de la materia. Para el común de los mortales es la
emoción básica y universal del amor.
[…]
Si
el amor es también el resultado de la eficacia con que tiende a funcionar la
selección natural y la selección sexual, ¿por qué un instinto tan idóneo para
garantizar la supervivencia constituye, al mismo tiempo, una fuente sin fin de
problemas y sufrimiento? Si están claras las razones evolutivas del amor, ¿por
qué su existencia, simultáneamente, complica tanto la vida de la gente?
Eduardo Punset. Viaje al amor. 2007
¿Son diferentes el Amor y la veleidad del Deseo? ¿Es Amor a espiritualidad lo que Deseo
a carnalidad?
ese hombre que,
sentado
frente a ti, de
cerca escucha
tu dulce voz
y tu risa
adorable; ello me ha dado un vuelco
al corazón
dentro del pecho;
pues apenas te
miro, ya hablar
no me es
posible,
sino que mi
lengua se quiebra, un leve
fuego al punto
me corre bajo la piel,
nada pueden ver
mis ojos, me zumban
los oídos
me cubre el
sudor, un temblor me posee
toda, me siento
más pálida que la hierba
y a mí misma me
parece que cerca estoy
de morir”
(Safo, Fr. 31
Voigt)
Desear algo es, en definitiva, tendencia a la posesión de ese algo; donde posesión significa, de una u otra manera, que el objeto entre en nuestra órbita y venga como a formar parte de nosotros. Por esta razón, el deseo muere automáticamente cuando se logra; fenece al satisfacerse. El amor, en cambio, es un eterno insatisfecho. El deseo tiene un carácter pasivo, y en rigor lo que deseo al desear es que el objeto venga a mí. Soy centro de gravitación, donde espero que las cosas vengan a caer. Viceversa: en el amor todo es actividad, según veremos. Y en lugar de consistir en que el objeto venga a mí, soy yo quien va al objeto y estoy en él. En el acto amoroso, la persona sale fuera de sí: es tal vez el máximo ensayo que la Naturaleza hace para que cada cual salga de sí mismo hacia otra cosa. No ella hacia mí, sino yo gravito hacia ella. (San Agustín: Amor meus, pondus meu;, illo feror, quocumque feror)
José Ortega y
Gasset. Estudios sobre el amor.
Sí está claro hoy que el impulso sexual
no sólo no ha estado siempre vinculado al sistema reproductor, sino que estuvo
precedido por otro más elemental, más universal, menos maleable y
contemporizador. El sexo fue, en realidad, un subproducto del más primordial de
todos ellos; me refiero al movimiento de los primeros organismos en aras de la
irresistible fusión con otros de la misma condición.
El descubrimiento clave es la fusión,
con o sin sexo. Es tentador sugerir que el impulso de la fusión se adorna, a
partir de un momento dado, con el amor sexual en algunas especies y, mucho más
tarde –desarrollada ya la capacidad de imaginar algunos mamíferos gracias al
desarrollo de la parte más evolucionada de su cerebro –, con el amor
espiritual. Tal es el planteamiento de la encíclica sobre el amor del Papa
Benedicto XIII.
Es dudoso, pues, que la transposición
del dualismo de antaño a la reflexión sobre el amor –amor sexual y amor
espiritual – sea el camino más pródigo en resultados para acercarse a la
realidad. Tal vez el método científico aplicado al análisis del amor conlleve
partir del concepto básico y ancestral del impulso de fusión que lo define,
ubicándolo –como ocurre con la gestión de otras emociones –en la actividad
cerebral. Si el alma está en el cerebro, si la conciencia de uno mismo emana de
este órgano, sería lógico pensar que también el amor, sexual o no, espiritual o
sexual, romántico o apego afectivo, también se aloja allí.
Eduardo Punset. Viaje al amor.
VIVO SIN VIVIR EN MÍ
Vivo sin vivir en mí,
y tan alta vida espero,
que muero porque no muero.
Vivo ya fuera de mí,
después que muero de amor;
porque vivo en el Señor,
que me quiso para sí:
cuando el corazón le di
puso en él este letrero,
que muero porque no muero.
Esta divina prisión,
del amor en que yo vivo,
ha hecho a Dios mi cautivo,
y libre mi corazón;
y causa en mí tal pasión
ver a Dios mi prisionero,
que muero porque no muero.
¡Ay, qué larga es esta vida!
¡Qué duros estos destierros,
esta cárcel, estos hierros
en que el alma está metida!
Sólo esperar la salida
me causa dolor tan fiero,
que muero porque no muero.
¡Ay, qué vida tan amarga
do no se goza el Señor!
Porque si es dulce el amor,
no lo es la esperanza larga:
quíteme Dios esta carga,
más pesada que el acero,
que muero porque no muero.
Sólo con la confianza
vivo de que he de morir,
porque muriendo el vivir
me asegura mi esperanza;
muerte do el vivir se alcanza,
no te tardes, que te espero,
que muero porque no muero.
Mira que el amor es fuerte;
vida, no me seas molesta,
mira que sólo me resta,
para ganarte perderte.
Venga ya la dulce muerte,
el morir venga ligero
que muero porque no muero.
Aquella vida de arriba,
que es la vida verdadera,
hasta que esta vida muera,
no se goza estando viva:
muerte, no me seas esquiva;
viva muriendo primero,
que muero porque no muero.
Vida, ¿qué puedo yo darle
a mi Dios que vive en mí,
si no es el perderte a ti,
para merecer ganarle?
Quiero muriendo alcanzarle,
pues tanto a mi Amado quiero,
que muero porque no muero.
Santa Teresa de
Jesús. Siglo XVI
¿Podemos distinguir entre el amor ligero o farsante del
verdadero Amor?
Si a esta altura resumimos
los atributos que del amor se nos han revelado, diremos que es un acto
centrífugo del alma que va hacia el objeto en flujo constante y lo envuelve en
cálida corroboración, uniéndonos a él y afirmando ejecutivamente a su ser.
José Ortega y
Gasset. Estudios sobre el amor.
“En las
minas de sal de Salzburgo echamos en las profundidades abandonadas una rama de
árbol deshojada y dos o tres meses después la hallaremos recubierta de
cristalizaciones brillantes. Las más pequeñas ramas, aquellas que no son más
gruesas que las patas de un pájaro, estarán guarnecidas por una infinidad de
diamantes deslumbradores y no podremos reconocer la rama primitiva.
Lo que yo
llamo cristalización, es la operación de nuestro espíritu que encuentra en el
objeto amado cada día nuevas perfecciones. (…) este fenómeno que yo llamo
cristalización tiene su origen en la naturaleza, que nos ordena gozar y que nos
envía sangre al cerebro para que los placeres aumenten con la perfección del
objeto amado.”
Sthendal. Del Amor. 1822.
Que el
hombre ame una cosa, un valor, como el valor del conocimiento, que ame la
naturaleza en esta o en la otra parte suya, que ame a un hombre como amigo, u
otra cosa cualquiera: esto quiere decir siempre que sale de sí mismo, de su
centro personal como unidad corpórea, y que coopera por medio de esta acción a
afirmar, a impulsar, a bendecir esta tendencia hacia su peculiar perfección,
que existe en los objetos que le rodean.
Por
esto fue siempre el amor, para nosotros, el acto radical y primario por el cual
un ente, sin dejar de ser tal ente limitado, se abandona a sí mismo para
compartir y participar cono ens
intentionale en otro ente, sin que por esto se conviertan ambos en partes
reales de nada. Lo que llamamos conocer – esta relación ontológica –supone
siempre este acto primario y radical: un abandonar su propio ser y sus estados,
sus propios contenidos de conciencia, un trascenderlos para llegar, en lo
posible, a un contacto vivido con el mundo. Y lo que llamamos “real” supone
ante todo un acto de voluntad realizadora de algún sujeto, y a su vez este acto
de voluntad supone un amor que le precede y le imprime dirección y contenido.
Es, por tanto, siempre el amor lo que nos despierta para conocer y querer; más
aún, es la madre del espíritu y de la razón misma. Pero este “uno” que
participa en todo, sin cuyo querer nada de lo real puede serlo, y por medio del
cual todas las cosas participan, en cierto modo, espiritualmente entre sí, y
son solidarias las unas de las otras; este “uno” que las creó y hacia el cual
van importadas dentro de los límites adecuados y asignados a cada una de ellas;
este “uno”, por ser lo que todo lo ama, es también, por lo mismo, lo que lo
conoce y quiere todo, Dios, el centro personal del mundo, en tanto que cosmos y
en tanto que todo. Los fines e ideas esenciales de todas las cosas son ya
amados y pensados por El desde toda eternidad.
Max Scheler. Ordo amoris.
¿Qué tiene de histórico o coyuntural? ¿Vivimos los tiempos de la
ubicua y tiránica sensualidad del sentimiento amoroso?
El sentimiento amoroso
tiene, como todo lo humano, su evolución y su historia, que se parecen
sobremanera a la evolución y la historia de un arte. Se suceden en él los
estilos. Cada época posee su estilo de amar. En rigor, cada generación modifica
siempre, en uno u otro grado, el régimen erótico de la antecedente.
Esta inclinación a anteponer
el cuerpo o el espíritu es uno de los síntomas más radicales que definen un
tiempo histórico. Se comprende que la posibilidad de esta doble perspectiva
rinda dos especies distintas de amor y nos sirva para su clasificación.
José Ortega y Gasset. Estudios sobre el amor.
¿Cómo
es posible que en una sociedad hipersexualizada no esté más difundido el
vagabundeo de los cuerpos? ¿Por qué la vida sexual de la mayoría sigue siendo
poco desbocada? ¿Decadencia de la ideología de la liberación de los cuerpos? ¿Miedo
al sida? Estas explicaciones tienen, sin duda, su parte de verdad. Por eso no
son suficientes. En la base del fenómeno hay otros factores mucho más
importantes. Entre ellos hay dos que creo que merecen destacarse. Se trata
primero del peso del ideal relacional-afectivo y luego de la necesidad del
reconocimiento subjetivo.
Durante
mucho tiempo, las principales fuerzas que contenían las pulsiones sexuales han
sido el código del honor y la moral religiosa. Esta época ha pasado. Lo que
desempeña ese papel en el presente es un orden cultural que valora los lazos
emocionales y sentimentales, el diálogo íntimo entre Yo y Tú, la proximidad
comunicativa con el otro. La relativa tranquilidad de las costumbres sexuales
hipermodernas no es un residuo de puritanismo: se nutre del ideal secular del
sentimiento y la felicidad que se identifica con la “felicidad de dos”. En una
sociedad que no deja de rendir culto al ideal amoroso y en la que la “vida de
verdad” se asocia a lo que se gusta en pareja, la relación estable y exclusiva
constituye todavía un objetivo ideal. Así, el premio reconocido al amor y al
sentimiento, la búsqueda de una intimidad relacional, la necesidad de un
sentido de intensidad en la vida y en la relación con el otro tienden, al
margen de todo principio moral, a favorecer la relación estable y no la
dispersión sexual ni la promiscuidad. Estructuralmente, los códigos del
sentimiento y de la comunicación intimista contienen los movimientos
centrífugos del deseo. Por un lado, el amor aparece como un ideal
desestabilizador-intensificador del deseo; por el otro funciona como un agente
autolimitador y regulador de las pulsiones. Auténtico “caos organizador”, el
código amoroso excita y al mismo tiempo pone límites a los correteos de Eros.
La
relación sentimental no se valora sólo porque se identifique con una vida llena
de emociones y de sentido, sino también porque permite realizar una de las
aspiraciones más profundas de las personas: ser reconocido como subjetividad
incanjeable. No olvidemos que ser amado supone ser elegido, sobreestimado,
preferido a todos los demás, con todas las satisfacciones íntimas que eso
comporta. Felicidad de ser distinguido, deseado, adorado por uno mismo: si la
experiencia amoroso propicia siempre una exaltación así es porque es
inseparable de las seducciones del espejo narcisista, porque halaga al yo, que
se siente valorado o está esperando ser valorado como sujeto único.
[…]
La
civilización hedonista ha traído menos el culto a un erotismo extremo que una
escalada de demandas de respeto, de reconocimiento de individualidad, de
atención para uno.
[…]
Y
tal vez no sea inútil recordar que la escisión de sexo y sentimiento era mucho
mayor cuando las bellas retóricas románticas se compaginaban con la visita
asidua a los burdeles. La inflación de las representaciones “objetivas” del
sexo es abrumadora, pero es contemporánea
de una ola sin precedentes de psicologización de los comportamientos y
los discursos. Son legión los artículos de prensa que analizan los elementos de
la vida amorosa…
[…]
Pero
aunque la idea de cultural antisentimental tropiece con los hechos, hay en
marcha transformaciones de fondo que llevan la impronta de la sociedad de
hiperconsumo. Cada vez son más los hombres y las mujeres que reconocen tener
dificultades para amar de un modo prolongado y se muestran escépticos ante la
posibilidad de amar a la misma persona “toda la vida”.
[…]
Consumismo
sentimental que podrá ser cualquier cosa menos eufórica, dado que produce
sensación de vacío, decepción, resentimiento, heridas íntimas. Luego si hay un
consumo hedonista, también existe una dimensión sismográfica del hiperconsumo,
dominada por la repetida alternancia de felicidad y tristeza, exaltación y
abatimiento.
Gilles Lipovetsky. La felicidad
paradójica. 2006
Si el amor es una capacidad del carácter maduro, productivo, de ello
se sigue que la capacidad de amar de un individuo perteneciente a cualquier
cultura dada depende de la influencia que esa cultura ejerce sobre el carácter
de la persona media. Al hablar del amor en la cultura occidental contemporánea,
entendemos preguntar si la estructura social de la civilización occidental y el
espíritu que de ella resulta llevan al desarrollo del amor. Plantear tal
interrogante es contestarlo negativamente. Ningún observador objetivo de
nuestra vida occidental puede dudar de que el amor –fraterno, materno, erótico-
es un fenómeno relativamente raro, y que en su lugar hay cierto número de
formas de pseudoamor, que son, en realidad, otras tantas formas de
desintegración del amor.
[…]
Así como el concepto freudiano del amor es una descripción de la
experiencia del varón patriarcal en términos del capitalismo del siglo
diecinueve, así la descripción de Sullivan se refiere a la experiencia de la
personalidad enajenada mercantil del siglo veinte. Es la descripción de un “egotismo á deux”, de dos personas que
aman sus intereses comunes y se unen frente a un mundo hostil y enajenado. En
realidad, su definición de la intimidad es en principio válida para el
sentimiento de cualquier equipo cooperativo, en el que todos “adaptan su
conducta a las necesidades manifiestas de la otra persona, en persecución de finalidades
comunes” (es notable que Sullivan hable aquí de necesidades manifiestas, cuando
lo menos que puede decirse del amor es que implica una reacción a las
necesidades inexpresadas entre dos seres).
El amor como satisfacción sexual recíproca, y el amor como “trabajo en
equipo” y como un refugio de la soledad, constituyen las dos formas “normales”
de la desintegración del amor en la sociedad occidental contemporánea, de la
patología del amor socialmente determinado. Hay muchas formas individualizadas
de la patología del amor, que ocasionan sufrimientos conscientes y que tanto
los psiquiatras como los legos consideran neuróticas.
[…]
El amor sólo es posible cuando dos personas se comunican entre sí
desde el centro de sus existencias, por lo tanto, cuando cada una de ellas se experimenta
a sí misma desde el centro de su existencia. Sólo en esa “experiencia central”
está la realidad humana, sólo allí hay vida, sólo allí está la base del amor.
Experimentado de esa forma, el amor es un desafío constante; no un lugar de
reposo, sino un moverse, crecer, trabajar juntos; que haya armonía o conflicto,
alegría o tristeza, es secundario respecto al hecho fundamental de que dos
seres se experimentan desde la esencia de su existencia, de que son el uno con el
otro al ser uno consigo mismo y no al huir de sí mismos. Sólo hay una prueba de
la presencia de amor: la hondura de la relación y la vitalidad y la fuerza de
cada una de las personas implicadas; es por tales frutos por los que se reconoce
el amor.
Erich Fromm. El arte de amar.1956.
Impresionante entrada, Lorena.
ResponderEliminarGracias por publicar esta espléndida selección de diferentes enfoques, muy sugerentes. De hecho, aunque no vaya a poder asistir al café filosófico, ya está teniendo lugar una especie de versión mental ¡dentro de mi cabeza!.
Lo único que echo de menos es alguna mención "en contra del amor" al estilo de Epicuro, que prefería la amistad o, por otro lado, el sexo con moderación, porque el amor destruye la serenidad (o como el reinterpretable mito del rapto de Psyche por Eros, que ilustraba tu anterior entrada).
Pero lo dicho, un aplauso, una vez más.
Con las horas y esfuerzo dedicado, es triste que a veces no se valoren las cosas o ver lo que hay detrás de la preparacion de un café filosofico y el ir y ver que hay 2 personas despues de 30 o 40 hora de trabajo ... pero cuando ésto sucede,siempre quedará el reporte personal y la satisfacción de algo bien realizado.
EliminarMuy muy trabajado y muy interesante. Espero poder ir!!
ResponderEliminarHe buscado y rebuscado las alusiones que hizo un compañero a que Confucio o Buddha segun palabras textuales de la persona que fue al café: "El mismo Buddha vio una mujer y fue tentado sexualmente y se fue para no caer en la tentacion y dejo su retiro y busqueda espiritual por esa mujer.. ???¿?¿ he buscado la información y la historia que he encontrado no es tal como escuché, la mujer simboliza una tentacion ( representacion alegorica de un diablo budista ) una "debilidad" de Budda y éste no cae precisamente sino todo lo contrario su fé y su búsqueda de si mismo se hace mas fuerte, creo que si alguien hace referencia a una historia de tal calibre desmitificando una personaje tan grande e importante como Buddha, deberiamos citar la fuente para no dar lugar a malas interpretaciones u errores, tal cual y muy bien hacen-haceis Lorena, Oliver u Osvaldo.
ResponderEliminarCon todo respeto y para mejorarlo, también estaria bien que cuando uno tiene el turno de palabra, no repita la misma idea mas de 1, o 2 veces para remarcar algo, (sintetizar y no repetirse ) cuando ya todos, lo teniamos comprendido y asimilado, porque quita ritmo al café y quita turno de palabra a otros, que no se demore mucho en su turno de palabra porque se puede convertir a veces en un monólogo y es una pena monopolizar algo tan bonito y enriquecedor para todos pudiendo escuchar la opinion de más personas o incluso de los preparadores-as moderadores...